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En varias columnas he señalado que el dopaje se había convertido en uno de los grandes males del ciclismo colombiano. Al punto que en muchas carreras se corre prácticamente con barra libre, los ciclistas...

12 de abril de 2019 Por: Gustavo Duncan

En varias columnas he señalado que el dopaje se había convertido en uno de los grandes males del ciclismo colombiano. Al punto que en muchas carreras se corre prácticamente con barra libre, los ciclistas consumen cualquier tipo de sustancias sin reparar en los efectos que puedan tener en su salud a largo plazo. Varios sucesos demuestran que efectivamente los controles en el pelotón nacional se han relajado: los ocho positivos en una Vuelta a Colombia, la descertificación del laboratorio antidoping, el testimonio de un ciclista suizo sobre cómo vendían pastillas en medio del pelotón, etc.

Además de los daños a largo plazo en la salud, el uso generalizado del dopaje ha traído como consecuencia la existencia de dos ciclismos colombianos muy distintos. Uno, famoso a nivel mundial, de corredores que se fueron desde muy temprana edad (menores de 23 años) a equipos de la máxima categoría mundial y hoy en día brillan con triunfos en las principales carreras. El otro, el pelotón que corre el calendario nacional, habituado a competir en carreras locales no oficiales ante la UCI, la máxima organización del ciclismo. Allí sin doping es muy difícil ser competitivo. Pero el problema es que esos mismos ciclistas cuando van a Europa y tienen que correr limpios, porque allí los controles son rigurosos, su desempeño es francamente penoso.

No son pocos los casos de prometedoras estrellas que son llevadas a equipos de la máxima categoría y tienen que devolverse con el mayor bajo perfil por su pobre rendimiento e, incluso, porque en sus equipos descubren que el motivo de sus buenos resultados eran las ayudas extradeportivas que recibían en Colombia.

Por todo lo anterior es lamentable el positivo del ciclista Wilmar Paredes del equipo Manzana Postobón. Si hay algún equipo que haga un esfuerzo por evitar el dopaje y crear una cultura de ciclismo limpio ha sido ese. Paredes venía, por si fuera poco, de las propias canteras del equipo. Por decirlo así, no puede culparse su positivo a que en el pasado estuviera expuesto a estas prácticas. Fue a pesar del seguimiento permanente que se la hacía mediante un sistema de pasaporte biológico y las charlas y enseñanzas sobre ética deportiva.

Hasta ahora, el equipo ha sacado un comunicado en el que condena la decisión del ciclista, lo aparta de su nómina y espera que se pueda defender antes las instituciones respectivas. A todas luces, no es suficiente. No se compadece con todo el esfuerzo que ha hecho Manzana Postobón por una cultura de ciclismo limpio. Lo que se esperaría es que el equipo hiciera un llamado a averiguar hasta las últimas consecuencias en qué circunstancias el ciclista se dopó, quién le ofreció una sustancia de vieja generación como el EPO, que es muy fácil de detectar, qué lo llevó a romper con la cultura del equipo y tomar tantos riesgos y, por supuesto, qué tanto pesó la exposición a la cultura del dopaje del pelotón nacional. También deberían ayudar a Paredes a rehacer su vida con la condición que reparará al equipo contando toda la verdad.

No hacer un llamado en esos términos sería prácticamente una declaración de derrota ante la cultura del dopaje luego de tanto esfuerzo invertido. Desde Coldeportes deberían también utilizar este caso para ir hasta el fondo del asunto y destapar a quienes manejan el mercado de sustancias prohibidas, así como los equipos que toleran estas prácticas.

Sigue en Twitter @gusduncan