El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Injusticia

Al referirse a casos concretos de clientelismo, corrupción y demás vicios del sistema político colombiano se puede incurrir en enormes injusticias. No en el sentido de mencionar a figuras políticas que sean inocentes, sino en el sentido de concentrar sobre ellas toda la culpa y exculpar a muchos otros que fácilmente pueden ser peores.

21 de julio de 2017 Por: Gustavo Duncan

Al referirse a casos concretos de clientelismo, corrupción y demás vicios del sistema político colombiano se puede incurrir en enormes injusticias. No en el sentido de mencionar a figuras políticas que sean inocentes, sino en el sentido de concentrar sobre ellas toda la culpa y exculpar a muchos otros que fácilmente pueden ser peores.

Hace poco le comenté a una fuente que pensaba escribir sobre un exgobernador que fue condenado por la Justicia. La idea era mostrarlo como un caso representativo de la forma cómo la indignación social es intrascendente en Colombia dado que el personaje en cuestión se mantiene vigente en las elecciones, pese a que la prensa nacional le ha dedicado titulares y páginas en sus medios. Incluso ha podido hacer elegir a familiares en el Congreso y es necesario contar con él para definir las elecciones para la Gobernación de su departamento.

La fuente, sin embargo, me señaló que si bien las razones de la sanción judicial estaban más que fundadas en hechos ciertos, no era el único personaje en la región del que se sabía con suficiente certeza de haber recibido recursos y respaldo de grupos armados al margen de la ley. Centrarse en su caso implícitamente desconocía los vínculos similares de otros políticos regionales con mayor proyección nacional. Sin pretenderlo, el efecto del texto iba a ser el de crear un retrato de una región que se debate entre el liderazgo de un político honesto, con buena imagen en Bogotá, versus el liderazgo de un político deshonesto, con imagen de villano, ligado a la criminalidad.

Nada más falso a la realidad. De manera sistemática ambos políticos, y de hecho casi todos los políticos de la región, apelaron en su momento a alianzas con grupos ilegales, a financiación irregular de sus campañas y al clientelismo para hacerse elegir. Más aún, el exgobernador incrementó su caudal electoral luego que los grupos armados se desmovilizaron. Su poder, al igual que el de muchos otros, no provenía de las armas.

Un par de días después de hablar con la fuente tuve una conversación casual con una funcionaria de una compañía minera que trabaja en una región en que otro exgobernador se hizo famoso por transgresiones más graves. Este exgobernador actualmente cumple una larga condena por homicidio. Pero ya antes, varios periodistas y ONG lo habían denunciado por una larga lista de delitos que incluían además de múltiples asesinatos: narcotráfico, contrabando, robo de regalías, etc.

Aunque los periodistas y las ONG crearon una imagen en la que el exgobernador era el villano, y ciertamente era un peligroso criminal, también indujeron a pensar que los otros políticos de la región eran víctimas puras. La realidad, como me lo confirmó la funcionaria de la compañía minera, era que estos no eran ningunos santos. Quizá no eran tan peligrosos pero también tenían que ver con actividades ilegales como contrabando y corrupción. Hasta ahora ningún medio, ni formador de opinión, les ha reclamado a ellos por la lamentable situación social de la región.

Es tiempo que los formadores de opinión tengamos cuidado de no cometer la injusticia de reducir los vicios de la política nacional o regional al caso en cuestión, exculpando a terceros. No habría mejor escenario para el resto de políticos, igual de deshonestos, que se aprovecharían de los inconvenientes de un competidor en un contexto de corrupción sistemática.

Sigue en Twitter @gusduncan