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Indolencia

Ocho positivos de unos cuarenta exámenes son la constatación de una denuncia que hace rato se venía haciendo: en las carreteras colombianas hay barra libre con productos dopantes.

1 de diciembre de 2017 Por: Gustavo Duncan

Bastó que viniera una organización independiente y rigurosa a tomar las muestras contra el dopaje para que fuera evidente la magnitud del problema en el ciclismo interno de Colombia. Ocho positivos de unos cuarenta exámenes son la constatación de una denuncia que hace rato se venía haciendo: en las carreteras colombianas hay barra libre con productos dopantes.

Cualquiera que tuviera un mínimo conocimiento del pelotón nacional, ni siquiera de adentro sino desde la distancia, sabía que ganar sin doparse era una empresa imposible. Quizá solo algunos superdotados como Nairo Quintana, Miguel Ángel López o Egan Bernal hubieran podido batir a los de siempre que llevaban la sangre envenenada. Pero eran tan buenos que no demoraron los equipos World Tour en llevárselos a correr en el circuito europeo antes de que los contaminaran con prácticas indeseables que hubieran dañado su futuro.

Por eso no hay excusa para que la Federación Colombiana de Ciclismo (FCC) no hubiera tomado medidas para evitar que el ciclismo colombiano esté fracturado. Una cosa es lo que hacen los ciclistas en Europa gracias al esfuerzo de ellos y de la infraestructura que proveen los equipos World Tour. Otra cosa es el despilfarro del talento humano en vueltas y clásicas locales mal gestionadas, sin mayor promoción y difusión y un problema de dopaje generalizado.

Las evidencias del problema sobran, así como de la indolencia de la FCC. Varios ejemplos: siete de los ocho positivos fueron con sustancias de vieja generación, efectivas para incrementar el rendimiento de los ciclistas, pero fáciles de detectar. Eso es lo que abunda en el pelotón local. El laboratorio de Coldeportes fue descertificado y no pareciera que la FCC haya movido un dedo para disponer de un laboratorio confiable donde hacer seguimiento al problema. La respuesta ha sido que esa no es tarea de la FCC sino de Coldeportes.

En un periódico extranjero uno de los ciclistas suizos que corrió la pasada vuelta a Colombia comentó, en medio de una entrevista que quería resaltar lo pintoresco que fue correr aquí, de un personaje que repartía pastillas libremente en el pelotón. La FCC en vez de alarmarse por la denuncia e investigar qué sucedía, le exigió al suizo que se retractara.

No fue la primera vez que se pidió una retractación. Un ciclista colombiano, Juan Pablo Villegas, abiertamente denunció el dopaje sistemático a un medio internacional. El presidente de la FCC de entonces en vez de respaldarlo ante el matoneo de algunos ciclistas del pelotón, ¡lo invito a retractarse de sus acusaciones! Así imposible.

Hasta el propio Nairo Quintana denunció el problema en una rueda de prensa antes de ir al pasado Giro de Italia. Con la alcahuetería de la que siempre hace gala cuando le preguntan sobre el tema, Héctor Urrego, el que se supone es el periodista más enterado de ciclismo en el país le replicó que es falso que exista cantina libre en el pelotón nacional. El presidente de la FCC dijo a la prensa que alguien estaba aconsejando mal a ese muchacho. Prefirió menospreciar a Nairo que afrontar el problema.

Ahora, ante la evidencia de los hechos, el presidente de la FCC se lavó las manos. Según su versión fue por él que sorprendieron a los tramposos. Como siempre quienes pagarán los platos rotos serán los ciclistas, sobre sus hombros caerá toda la responsabilidad. Ya Urrego lo dijo en su programa radial: la vida sigue.

Sigue en Twitter @gusduncan