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Es la estantería

El caso apesta por cualquier lado que se le aborde pero nada parece indicar que vaya a renunciar a su cargo, por el contrario las señales lanzadas hasta ahora es que piensa atornillarse en la Fiscalía.

23 de noviembre de 2018 Por: Gustavo Duncan

La situación del fiscal Néstor Humberto Martínez es insostenible. Al día de hoy no hay forma de que pueda negar que conocía de las irregularidades de Odebrecht, que su actuación al frente de la Fiscalía en ese tema es deficiente por no decir cómplice y que los conflictos de intereses en los que ha incurrido son más que evidentes. El caso apesta por cualquier lado que se le aborde pero nada parece indicar que vaya a renunciar a su cargo, por el contrario las señales lanzadas hasta ahora es que piensa atornillarse en la Fiscalía.

Lo peor es que pareciera que la clase política tradicional apuesta por la permanencia del fiscal. Desde el uribismo hasta el santismo cerraron filas, quieren a toda costa evitar su renuncia. Queda uno perplejo cuando se encuentra con que el propio presidente Duque, que poco hizo por defender a Carrasquilla en el escándalo de los bonos del agua y en la Ley de Financiamiento, se da la pelea por el fiscal Martínez ante los medios. Y no solo él, su Ministro de Defensa fue obstinado en decir que no había ningún motivo para pedir su renuncia.

Que Santos y sus funcionarios salgan a defender a Martínez tiene toda la lógica del mundo. En la elección de 2010 y 2014 es claro que recibió generosas contribuciones. Ya la Justicia tiene en prisión al exsenador Ñoño Elías por ese motivo y produce mucha sospecha que el caso se hubiera frenado en ese eslabón. Más aún, cuando tocó a un amigo del entonces presidente Santos, Roberto Prieto, la fiscalía estuvo presta para abrirle un caso paralelo, distinto al de Odebrecht, enviarlo a prisión y calmar el escándalo. Apenas hubo la oportunidad archivaron en medio de un conveniente silencio la investigación contra las ministras Álvarez y Parody, quienes debieron haber sido las próximas en ser llamadas a juicio si la Fiscalía hubiera estado comprometida en llegar a fondo en el caso Odebrecht.

Pero todo lo anterior es parte del gobierno de Santos. Lo difícil es entender por qué Duque, quien estuvo en la oposición durante los pasados ocho años, insiste en una defensa que puede terminar por derrumbar la estantería que sostiene al establecimiento político. Al jugársela a fondo en la defensa de Martínez, Duque está destruyendo con los pies la imagen que quiere labrarse del presidente que va a acabar con la mermelada. Dejó de repartir el presupuesto y la burocracia pública entre la clase política pero a la primera señal de alarma corre a defender al personaje que ha mantenido a raya la investigación de uno de los peores casos de corrupción del país. Qué hilos sostiene el fiscal que podrían poner en aprietos al uribismo por el caso Odebrecht, es la pregunta que la opinión se hace.

La sensación que queda es que la generalidad del establecimiento político está salpicada, de una manera u otra, con actos de corrupción, donde el patrón común es la repartición de enormes bocados del presupuesto del Estado. No se trata de los sospechosos de siempre de provincia, aquellas caricaturas de políticos clientelistas, sino de la propia dirigencia de cuello blanco en Bogotá. Definitivamente los grandes negocios están allí arriba y, al parecer, abundan.

Y, al mantener al Fiscal en su cargo, la clase política está de la manera más irresponsable abriendo las puertas para que la gente se hastíe y apueste por darle una patada al establecimiento y nos veamos abocados al populismo de Petro en cuatro años.

Sigue en Twitter @gusduncan