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Empezó la guerra

Será una guerra que se jugará en las instituciones del Estado y los resultados dependerán en gran parte del respaldo político de las partes. La Justicia juzgará a Uribe y Duque liderará las retaliaciones contra las cortes en la medida que la coyuntura política lo permita.

27 de julio de 2018 Por: Gustavo Duncan

El llamado de la Corte Suprema a Uribe y su renuncia al Senado tienen tantas implicaciones políticas que el juicio sobre su inocencia o culpabilidad podría quedar en un segundo plano para la historia. La situación es tan crítica que prácticamente va a moldear el inicio del gobierno de Duque y le impondrá su agenda y la naturaleza de alianzas políticas necesarias para sortear la situación.

No es poca cosa lo que está en juego. El discurso y las acciones de Duque luego de ganar las elecciones estaban dirigidos a lanzar un mensaje de unidad nacional, en busca de superar la polarización tan aguda de los últimos tiempos, y a neutralizar la línea dura del Centro Democrático. Ahora está obligado a cambiar su posición porque ante un juicio a Uribe y, más grave, un eventual encarcelamiento, no le queda opción distinta a poner el Ejecutivo en la primera línea de defensa y retaliación contra las cortes, el santismo y la izquierda.

Es muy difícil perseverar en un discurso de unión y de sobreponer las diferencias cuando los sectores políticos esperan decisiones que hacen imposible la reconciliación. La izquierda radical no va a desaprovechar la oportunidad de exigir que se lleve a Uribe a los tribunales y pague por todos aquellos delitos y actuaciones que desde hace mucho tiempo lo acusan. No aceptarán un resultado distinto que un fallo que demuestre su culpabilidad y será un motivo para movilizarse y entusiasmar a sus bases.

Tampoco será fácil aglutinar el respaldo de los sectores de centro. Al margen de la culpabilidad o la inocencia de Uribe, un juicio en que un sector de la prensa va a revelar las pruebas en su contra es, desde donde se lo mire, una puesta en escena que genera dudas y repudio entre gente del común. La experiencia de escándalos como la parapolítica, las chuzadas del DAS y la negociación de la reelección en el Congreso, muestran que son el peor escenario para intentar construir consensos que unan al país. Todo lo contrario, el resultado es la polarización y la crispación de la opinión.

Y si fuera poca la dificultad para evitar la polarización por fuera de su partido, la nueva situación obliga a Duque a ceder a los sectores radicales del uribismo. A medida que se conocían los miembros de su gabinete se confirmaba que Duque era un moderado dentro de una colectividad donde tiene peso la extrema derecha. Había insistentes rumores de la inconformidad de estos sectores porque Duque los había neutralizado con la designación de su equipo de gobierno. Con Uribe en riesgo de ir a prisión toca de nuevo oír a los radicales quienes advertían que había que irse a la confrontación con el resto del espectro político porque no era posible algún tipo de entendimiento.

Desde hace rato se venía advirtiendo que el país iba a salir de una guerra con las Farc para entrar en una guerra política debido a los niveles insanos de polarización. Será una guerra que se jugará en las instituciones del Estado y los resultados dependerán en gran parte del respaldo político de las partes. La Justicia juzgará a Uribe y Duque liderará las retaliaciones contra las cortes en la medida que la coyuntura política lo permita.

Mientras tanto, los acuerdos con las Farc van a convertirse en un objetivo obvio del uribismo. Nada de raro que quienes quieren llevar a Uribe a la JEP se encuentren que el gobierno cambie totalmente la justicia transicional desde el Congreso.

Sigue en Twitter @gusduncan