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El que no vota no come

La declaración de Diosdado Cabello en un acto de campaña no deja lugar a dudas de la situación en Venezuela: “El que no vota, no come. Para el que no vote, no hay comida. El que no vote, no come, se le aplica una cuarentena ahí sin comer”.

4 de diciembre de 2020 Por: Gustavo Duncan

La declaración de Diosdado Cabello en un acto de campaña no deja lugar a dudas de la situación en Venezuela: “El que no vota, no come. Para el que no vote, no hay comida. El que no vote, no come, se le aplica una cuarentena ahí sin comer”.

En primer lugar, desde ya la alta dirigencia chavista se perdió cualquier intento por guardar las formas y las apariencias de la democracia. Las votaciones son clientelismo puro y duro. Quien no vote por los socialistas se queda sin comida. Ya no es solo que los opositores sean perseguidos y encarcelados. Es que el régimen se reserva el derecho a alimentar a quienes manifiesten su lealtad. Es otro nivel de opresión política.

En segundo lugar, que el régimen venezolano llegó a un punto de destrucción de la economía tal que a la sociedad le cuesta trabajo producir sus propios alimentos. Por más que una economía sufra de un bloqueo y sanciones internacionales, la agricultura en un país tan grande y con tantos suelos no debería ser un problema. El desabastecimiento es producto de la destrucción de la iniciativa privada y de la incompetencia del Estado para producir alimentos. Y, por supuesto, de la corrupción con las bolsas Clap. La dirigencia chavista no está interesada en organizar un modelo de explotación agrícola, toda vez que el mejor negocio para ellos es precisamente monopolizar la provisión de alimentos importados.

En tercer lugar, como ya se aprecia con la candidatura del hijo de Nicolás Maduro a la asamblea legislativa, la endogamia en el gobierno y el nepotismo en el nombramiento en los cargos públicos, así como la descarada aparición de toda una serie de enchufados que se enriquecen a costa del Estado, muestran que el principal cambio social en Venezuela con el chavismo es la aparición de una casta política que concentra el poder y la riqueza. El quiebre de las libertades no solo debe verse entonces desde lo político, sino desde las posibilidades de realización.
Por fuera de esa casta es poco lo que se puede lograr en términos de acceso a medios económicos y materiales. Solo queda la migración o la resistencia.

Ante esa realidad es muy complicado para los aliados que aún le quedan en la región defender el proyecto de Hugo Chávez. Por más que quieran culpar de la situación al bloqueo gringo, el cierre tan burdo y evidente de la democracia no tiene excusa presentable. Es un autoritarismo y ya no tan light como pudo haber sido en los tiempos de Chávez. Los espacios para la oposición y para el control de la sociedad civil están severamente restringidos.

Por eso, cuando hablan que hay una arremetida fascista contra los gobiernos progresistas de América Latina uno no puede menos que pensar que lo que hay detrás es un gran cinismo, una gran ambición autoritaria y que, de fondo, quienes defienden el régimen de Maduro están tentados a replicar las mismas formas de gobierno si llegan al poder. Cuando en las entrevistas Petro elude, se refirió a la situación de Venezuela como una consecuencia del autoritarismo, la incompetencia, la ruptura de libertades y la corrupción de un régimen, y de manera olímpica culpa a la economía fósil y al cambio climático de los migrantes que cruzan a pie las carreteras colombianas, está advirtiendo que para allá va.

Los políticos suelen mentir en campaña. Luego hacen otra cosa, muy distinta a lo que prometieron. Pero aquí ni siquiera nos está mintiendo.

Sigue en Twitter @gusduncan