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Dividendo de paz

Se habla mucho entre analistas y académicos del dividendo de la paz, es decir de todas las ganancias que va a traer para el desarrollo el final del conflicto en Colombia.

26 de mayo de 2017 Por: Gustavo Duncan

Se habla mucho entre analistas y académicos del dividendo de la paz, es decir de todas las ganancias que va a traer para el desarrollo el final del conflicto en Colombia. Los economistas hablan de un crecimiento adicional como consecuencia de todas las nuevas inversiones que puede atraer una sociedad en paz. Incluso apuestan por uno, dos o más puntos de crecimiento anual del PIB.

Sin ánimo de ser profeta del pesimismo, lo más probable es que ese crecimiento potencial haya sido ya asimilado en su mayor parte por la economía. Es difícil establecer cuánto afectó el conflicto colombiano a su aparato productivo. Guerras civiles clásicas, como la de Estados Unidos en el Siglo XIX y la de España que condujo al franquismo, significaron una enorme destrucción de la economía al margen del desarrollo tecnológico que implicó en el primer caso por la expansión del ferrocarril y el telégrafo.

En Colombia, por el contrario, no pareciera haber ocurrido un proceso destructivo de semejantes dimensiones. Increíblemente, salvo un año, la economía creció durante casi cuatro décadas de conflicto interno a niveles aceptables, sobre todo si se compara con otros países de América Latina que no experimentaron graves episodios de violencia. La razón es que en Colombia el conflicto tenía una economía política que lo alimentaba: para muchos sectores de la sociedad y para algunas partes en contienda era posible hacer la guerra y producir riqueza desde la ilegalidad al mismo tiempo. Más aún, el conflicto poco tocó los principales centros de producción legal del país.

Por consiguiente, aunque las probabilidades de inversión sean mayores con paz que con guerra, no es de esperar tampoco una diferencia tan grande. Y precisamente por centrar la atención en la economía, la opinión ha pasado por alto cuál es el dividendo de paz más importante que ofrece la salida de las Farc del conflicto. Es la oportunidad de reducir la violencia a niveles aún inferiores a los actuales y de asegurar el control del Estado en muchos territorios donde antes guerrillas, paramilitares, mafias y recientemente Bacrim son la verdadera autoridad.

El logro de este dividendo no es un resultado automático de la firma de un acuerdo de paz porque todavía faltan dos tareas imprescindibles para materializarlo. Ambas tareas son complementarias. Por un lado, se necesita un proceso de reinserción ágil y efectivo que evite que los mandos medios y guerrilleros rasos pierdan la confianza en los acuerdos y opten por irse a alguna disidencia o a las bandas criminales. Los retrasos del gobierno y de las Farc en ajustarse a los plazos para que la guerrillerada sea absorbida por las instituciones del Estado son una bomba de tiempo. Las Farc han demostrado una capacidad de mando y control de la tropa impresionante pero ya fuera de la guerra, en el limbo de la desmovilización, esa capacidad puede perderse.

Por otro lado, el Estado está obligado a hacer presencia con todos sus aparatos de seguridad en los territorios donde antes las Farc eran la autoridad. Es cierto que el Estado tiene que llegar con todas sus instituciones y beneficios, -justicia, educación, salud, etc.-, pero lo más apremiante ahora para alcanzar una paz definitiva es neutralizar la capacidad de control territorial de las Bacrím.

En consecuencia, en manos del Estado está la posibilidad de materializar los mayores dividendos de la paz.

Sigue en Twitter @gusduncan