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Del naufragio a la orilla

El reto para el gobierno es llamar a la población a comprometerse con una mayor disciplina y cuidado para que las medidas que se tomen afecten lo menos posible las actividades económicas

25 de diciembre de 2020 Por: Vicky Perea García

Las predicciones de una vacuna antes de fin de año finalmente se cumplieron. La perspectiva de una vacunación masiva cambia radicalmente los comportamientos de las personas y los desafíos para los distintos niveles de gobierno en la brecha de tiempo que hay entre el día de hoy y el momento en que efectivamente el riesgo de contagio sea mínimo. Es, en sentido figurado, la distancia final que el náufrago debe nadar para alcanzar la orilla y no morir ahogado en el último tramo.

El mayor problema para los encargados de la gestión pública de la pandemia es que el momento de riesgo mínimo no se alcanza en el inicio de la vacunación. Es necesario que un porcentaje significativo de la población sea vacunado para que el virus no pueda transmitirse y comience a desaparecer. Para alcanzar ese punto tendrá que pasar un tiempo en que varias millones de dosis hayan sido suministradas. Hay una ventaja inicial y son las personas que ya han desarrollado anticuerpos por haber estado expuestos al virus. No es un porcentaje menor. De acuerdo a las mediciones realizadas por el Instituto Nacional de Salud (INS), en ciudades como Barranquilla y Leticia la tasa de población con anticuerpos estaría rozando el 60%, en Bogotá y Medellín el 30%. En principio ellos ya no son susceptibles de volverse a contagiar con Covid-19.

Pero, volviendo a la figura del náufrago, el inconveniente hoy es que si bien ya la orilla está a la vista, el náufrago está agotado y está por entrar a una zona de aguas turbulentas. En la última semana la cifra de contagios y fallecimientos se ha disparado. El día de Navidad el número de fallecidos alcanzó los 280, lo que lo sitúa cerca de los promedios por encima de 300 fallecidos diarios durante el pico del peor momento de la pandemia. El gobierno está obligado, a todos sus niveles, nacional y regional, a retomar medidas dirigidas a las restricciones de movilidad y a situaciones de encierro para evitar que la atención hospitalaria y la capacidad de las UCI colapse.

Volver al confinamiento del pasado es fácil decirlo pero difícil alcanzar los consensos sociales para hacerlo. Endurecer las restricciones y extender el encierro implica que la economía vuelva a enfriarse. Mal que bien se había logrado aliviar la situación de muchos negocios y familias con la implementación de una apertura gradual. El sector servicios y comercio, por la interacción entre trabajadores y clientes, será de los más afectados. Su impacto social se sentirá porque genera numerosos empleos formales e informales. Pero no hay más opción: es volver a mayores restricciones o enfrentarse al colapso del sistema de salud.

El reto para el gobierno es llamar a la población a comprometerse con una mayor disciplina y cuidado para que las medidas que se tomen afecten lo menos posible las actividades económicas. Más que nunca se necesita concientizar a la sociedad sobre los protocolos cotidianos y permanentes que deben seguirse durante el actual rebrote del virus.
De igual modo, la gestión del gobierno debe medirse en cuanto a su capacidad de vacunar a la población a la mayor velocidad posible. Se han asegurado 40 millones de dosis, lo que alcanza para vacunar al 40% de la población, pero no por eso deben frenarse iniciativas de terceros y de gobiernos locales para traer más vacunas, sobre todo ahora que además de Pfizer existen otras vacunas en el mercado.

Sigue en Twitter @gusduncan