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Cooptación sin armas

Durante los tiempos de la parapolítica se habló mucho en los medios...

2 de enero de 2017 Por: Gustavo Duncan

Durante los tiempos de la parapolítica se habló mucho en los medios de la cooptación del Estado. Por su frecuencia en la realidad, un término acuñado por académicos se convirtió en parte del lenguaje cotidiano de los analistas y formadores de opinión.Por cooptación se entendía la manera como narcotraficantes y paramilitares infiltraron los gobiernos locales y algunas instancias nacionales para tramitar sus intereses ante la institucionalidad. Esta agenda era variada, iba desde la captura de los recursos públicos y la protección de sus actividades criminales hasta la expansión de su base política desde la práctica de un clientelismo tradicional con los recursos del Estado.Pero al margen de las prácticas particulares de narcotraficantes y paramilitares en su proceso de infiltración del Estado, el propósito de la cooptación giraba en torno a un asunto central: la corrupción. La idea era incidir lo máximo posible en las decisiones de las distintas instancias de gobierno mediante la fuerza de las armas y recursos de origen criminal para sacar adelante una agenda política y económica particular.Con el desmonte de los paramilitares de las AUC y la desmovilización de las Farc, es de presumir que las armas no deberían jugar un papel determinante en la definición de las agendas de los gobiernos locales, mucho menos los nacionales. La evidencia reciente muestra que las Bacrim no han podido, bien sea por que no cuentan con los medios o no está dentro de sus objetivos, hacerse a un espacio significativo en la política legal. Les basta con pagar sobornos, cuando pueden, a las autoridades respectivas.Sin embargo, la salida de las armas de la ecuación no quiere decir tampoco el final de la cooptación. Un ejemplo del pasado, los hermanos Moreno en Bogotá y Bucaramanga, demuestra que para muchos políticos colombianos el asunto de ganar elecciones, al igual que para los paramilitares, solo tenía como propósito utilizar las decisiones de gobierno como parte del trámite de una agenda de intereses privados por fuera de la ley. El único objetivo era saquear el presupuesto de sus administraciones en el nombre de alguna ideología o partido.¿No es eso –ganar elecciones mediante recursos de origen ilegal para acumular más recursos de manera ilegal- una forma de cooptación del Estado? (para el caso sin armas). Lo grave es que como los hermanos Moreno hay cualquier cantidad de políticos en Colombia de todas las vertientes y variantes ideológicas en la misma tónica. Todo eso sin necesidad de apelar a las armas. El dinero de los contratistas públicos y/o de la corrupción es suficiente para competir por el control de los cargos públicos a través de las elecciones. Como bien sostienen ya varios analistas e incluso algunos políticos honestos: el gran problema de Colombia hoy no es la violencia sino la corrupción. Increíblemente la corrupción ha llegado a niveles alarmantes aún para los altos estándares históricos de la política nacional. Y todo esto es el resultado de la formación de una clase política que ha llegado al extremo de concebir el ejercicio de gobierno como un medio exclusivo de acumulación de riqueza y poder. El resto de agendas han sido banalizadas o minimizadas.Reducir el alcance de la cooptación sin armas, no solo entre miembros de la clase política local sino nacional, deberá ser una de las máximas prioridades a futuro en el país.Sigue en Twitter @gusduncan