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Coca para rato

En últimas, a la opinión pública lo que le interesa de los...

30 de abril de 2016 Por: Gustavo Duncan

En últimas, a la opinión pública lo que le interesa de los diálogos de La Habana es cómo se juzgarán a los máximos responsables, cuáles serán sus penas, si habrá reparación, si les concederán cargos públicos a los guerrilleros y cómo dejarán las armas. Otros temas como el desarrollo rural y los cultivos ilícitos han recibido menos atención porque se supone no serán sustantivos en la estructura social y en el poder político una vez se firme el acuerdo. Allí se está cometiendo un grave error porque si se hila fino se encuentra que las Farc han sabido articular de manera muy inteligente unas concesiones relativamente modestas en estos temas con sus aspiraciones políticas.Dentro de los acuerdos está estipulado que los campesinos y las comunidades que se acojan a los planes de sustitución, tendrán un periodo de 2 años a partir de la firma de la paz en el que podrán sembrar coca sin temor a la erradicación. Durante ese período el Estado estará obligado a llevar a cabo un programa ambicioso en recursos y alcances de desarrollo alternativo, concertado con sus respectivas asambleas comunitarias, para resolver los problemas de exclusión de esta población.En sí que los acuerdos consideren a los colonos ubicados en las periferias del país, quienes además de vivir en condiciones paupérrimas, han sido la principal víctima del conflicto, es un paso positivo en la construcción de una sociedad incluyente. Pero el esquema de dos años de gracia para sustituir los cultivos plantea también desafíos.Ante todo, las Farc adquirieron automáticamente la vocería política de los cultivadores de coca en las instituciones democráticas. Durante el conflicto fueron el Estado en la práctica de los cocaleros pero cualquier agenda parcial de desarrollo alternativo, quedaba relegada a sus objetivos revolucionarios. Eran su Estado pero no sus representantes políticos, ahora lo son. En adelante, el partido que surja de las Farc va a ser el gran beneficiario político de las inversiones del Estado en sustitución de cultivos. Pero finalmente esa es la democracia, así a algunos no nos gusten las Farc ni como partido político.Más preocupante es que el esquema adoptado de sustitución ofrece todos los incentivos para que se disparen los cultivos. Ya hoy, con la orden de suspender las fumigaciones, el número de hectáreas se ha triplicado. Si el asunto solo fuera de cocaleros no habría que preocuparse. El problema es que alguien tiene que comprarles la base de coca, transformarla en cocaína y transportarla al mercado internacional.Es allí donde entra a jugar el crimen organizado. Con coca para rato el ambiente está propicio para que ejércitos privados de narcotraficantes, se disputen a sangre y fuego el control de los cultivos.Si las Farc, ya como movimiento político desarmado, se interponen a sus ambiciones de control territorial serán rápidamente victimizados. Y serán víctimas por motivos muy distintos a la ideología y las reclamaciones de los líderes sociales. Será estrictamente por coca. Por eso, es importante que el Gobierno comience a planear desde ya cómo será el despliegue de la fuerza pública para garantizar que el crimen organizado no se tome el control de los cultivos y las comunidades cocaleras. De lo contrario la violencia está asegurada.¿Quién iba a pensar que de La Habana surgiría un interesante experimento de legalización parcial de la producción de drogas?Sigue en Twitter @gusduncan