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Carta de un despistado

Muchos celebraron la carta de William Ospina a Maduro. Vieron en la carta un llamado a la sensatez y a la cordura para evitar que la revolución bolivariana se diluya por el cierre de la democracia, al tiempo que le hace todos los reconocimientos posibles.

5 de mayo de 2017 Por: Gustavo Duncan

Muchos celebraron la carta de William Ospina a Maduro. Vieron en la carta un llamado a la sensatez y a la cordura para evitar que la revolución bolivariana se diluya por el cierre de la democracia, al tiempo que le hace todos los reconocimientos posibles. Chávez es, según Ospina, “el hombre más grande y el político más visionario que ha tenido América Latina en las últimas décadas.” La razón de su grandeza: haber logrado una “revolución pacífica y democrática” a pesar de tener en su contra “todo el modelo neoliberal que hoy no sólo saquea a las sociedades, sino que tiene en peligro de colapso al planeta entero.”

Quizá lo único coherente de la carta sea la discusión sobre la importancia de Chávez en la historia latinoamericana. El resto simplemente no tiene nada que ver con las tensiones y la realidad que se viven en Venezuela hoy. Confieso que en un momento dado no puedo dejar de pensar en qué planeta vive este señor. Es un desconocimiento absoluto de quienes son los personajes que lideran las confrontaciones, de sus prioridades elementales y del drama que viven los venezolanos del común para poder sobrevivir en medio de la crisis.

Vayamos por parte. Ospina dice que Chávez hizo más por los pobres que cien años de anteriores gobiernos. En consecuencia, el pueblo ahora está concientizado de sus derechos y la oposición no tendría cómo quitar todas las conquistas sociales y los procesos redistributivos instaurado por el Chavismo. Se nota que Ospina nunca ha visto en televisión las filas en los supermercados en Caracas y demás ciudades venezolanas.

El pueblo, y la gente en general, lo que le va a pedir a la oposición si llega al poder es que resuelva necesidades sociales tan básicas como el acceso a alimentos y medicinas. Cuando eso sucede un pueblo no es que esté preocupado por desarrollar una noción mínima de derechos ante el estado y las élites. Su prioridad, si el chavismo sale del poder, no será la defensa de las conquistas sociales, ni defender el proceso redistributivo instaurado por la revolución bolivariana. Será simplemente dejar de tener que hacer filas para abastecerse de lo básico. Lo logrado por Chávez en sus inicios de gobierno, con los precios del petróleo por las nubes, ya es sólo un recuerdo efímero.

Es más. Tal es la crisis social que lo más probable es que si un nuevo gobierno encuentra que tiene que hacer recortes en el gasto social lo último que va a desear la gente es volver a los tiempos de la revolución bolivariana. Les daría pánico físico. Y ese es el gran despiste de Ospina en su carta. El chavismo si pierde el poder se acaba. No es un paso en busca de la revolución definitiva, en la construcción de un mundo y una sociedad mejor. Sería el final del proyecto y el principio de un juicio a la dirigencia chavista.

El despiste de Ospina es tal que aboga por respetar las elecciones y habilitar a Capriles y demás dirigentes de la oposición que injustamente han sido sancionados por el régimen venezolano. Precisamente eso es lo último que puede conceder Maduro. Si lo hace su destino estaría sellado: es imposible que ganen una elección presidencial sin fraude. Al otro día de posesionarse un opositor los Maduros, Diosdados, Jauas y Tarecks irían ipso facto a una prisión. Hace mucho que pasaron el punto de no retorno.

Eso, increíblemente, es lo que está pidiendo Ospina en su bienintencionada pero inviable carta.

Sigue en Twitter @gusduncan