El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Cambiar el discurso

La JEP acaba de lanzar una cifra aterradora. Los falsos positivos no fueron los dos mil y tantos que registraban la Fiscalía y el Centro Nacional de Memoria Histórica, sino que fueron 6402.

26 de febrero de 2021 Por: Gustavo Duncan

La JEP acaba de lanzar una cifra aterradora. Los falsos positivos no fueron los dos mil y tantos que registraban la Fiscalía y el Centro Nacional de Memoria Histórica, sino que fueron 6402. Casi tres veces lo que se pensaba en un principio.

Ahora bien, la presentación de la cifra de falsos positivos por la JEP no puede llevar a perder la perspectiva de la gravedad de lo ocurrido y de la necesidad que tienen las Fuerzas Armadas, la dirigencia política y la sociedad de ofrecer una respuesta que repare a las víctimas y ofrezca oportunidades a la reconciliación nacional. Es hora de cambiar el discurso más allá de si fueron dos o 6402, porque aun suponiendo los cálculos más bajos la cifra es demasiado alta para empecinarse en una explicación basada en que se trataron de casos aislados.

Negar la realidad en vez de asumirla a lo que lleva es a asentar la idea que el estado colombiano tuvo como política de guerra contrainsurgente matar civiles sin ningún tipo de consideración, ni contemplación por los efectos colaterales en el uso de la violencia. Lo que es una interpretación muy distante a la realidad de la guerra que se vivió durante casi cuatro décadas.

Los falsos positivos, como bien lo explica Eduardo Pizarro en su libro De la guerra a la paz, fueron el producto indeseado de un lineamiento dentro de las fuerzas armadas dirigido a evaluar los resultados operativos en términos de bajas o body-counting como se le denominaba en la guerra de Vietnam. Este lineamiento tiene el grave riesgo que se generen incentivos al uso de la violencia con menores restricciones. Y, lo que es peor, como efectivamente sucedió, a que algunos miembros de las Fuerzas Armadas lo utilizaran para recibir recompensas económicas, permisos, ascensos, etc.

Insisto en que fue indeseado porque una guerra contrainsurgente como la colombiana no se gana matando civiles al azar. De hecho, la derrota estratégica de las Farc no tuvo nada que ver con la ejecución de falsos positivos. Fue la recuperación del control del territorio mediante la superioridad de la Fuerza Pública y el desvertebramiento del ejército guerrillero en zonas de retaguardia estratégica, en particular la zona del Bloque Oriental, lo que condujo a que las opciones militares de las Farc llegaran a ceros y sus máximos líderes corrieran el riesgo de ser dados de bajas si permanecían dirigiendo su tropa en Colombia.

El lineamiento fue incluso revaluado desde la dirigencia civil y el propio Ejército a finales del 2000 en vista de las evidentes ejecuciones extrajudiciales. ¿Pudo haberse evitado o haberse revertido antes? Sí. Sin embargo, al hacer un análisis retrospectivo sobre por qué se dejó que tomara vuelo entre algunos sectores de la Fuerza Pública y por qué no se tomaron decisiones tempranas, hay que considerar la situación de guerra y zozobra que atravesaba el país entonces. Las presiones eran enormes, no solo desde el interior de la Fuerza Pública para lograr la victoria militar sino desde la dirigencia política y la sociedad para obtener un mínimo de seguridad en situaciones sistemáticas de secuestro, extorsiones, sabotajes, expropiaciones, asesinatos, terrorismo, etc.

Por eso, el cambio en el discurso frente a los falsos positivos debe provenir también de la dirigencia política y la sociedad. Las presiones existieron, así en ningún momento el propósito fuera que se asesinaran civiles al azar.

Sigue en Twitter @gusduncan