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Aquel viejo país

Dos acontecimientos nos recordaron aquel viejo país que se resiste a desaparecer....

1 de diciembre de 2012 Por: Gustavo Duncan

Dos acontecimientos nos recordaron aquel viejo país que se resiste a desaparecer. El senador Gerlein se refirió al sexo entre homosexuales como ‘excremental’. Hace 38 años, cuando llegó por primera vez al Senado, si hubiera usado esta figura el país hubiera celebrado su ocurrencia. Tal como se celebraban los chistes de negros y mujeres. Pero hoy además de sonar ofensivo contra una parte de la población, parece el disparate de un anciano desvariando.No obstante, lo acontecido no hace parte del desvarío senil de un senador. Las actuaciones de Gerlein son sólo un reflejo de la forma como se hacía política desde la provincia en Colombia hace un par de generaciones. Un senador estrella en ese entonces debía ser capaz de combinar elocuentes discursos en los auditorios nacionales que demostraran el conocimiento de algún tema de interés político o económico con la capacidad de manejar el clientelismo local.Con todos sus defectos estos políticos cumplían una función importante en la democracia: soportaban la capacidad de gobierno del Ejecutivo nacional al tiempo que distribuían recursos vitales para la modernización económica de regiones y comunidades atrasadas. Y Gerlein era un muy buen senador bajo este criterio. Como lo fueron los ya fallecidos Hugo Serrano Gómez y Víctor Renán Barco, ambos ‘manzanillos’ en provincia y estadistas en Bogotá.Al día de hoy los políticos profesionales son muy distintos. Se puede ser de provincia y proyectarse como una figura de opinión nacional sin necesidad de hacer trabajo de manzanillo. Los nuevos medios de comunicación y la inclusión de la población en el lenguaje de los medios así lo permiten. Pero también se puede ser un político importante en el poder nacional con todos los vicios del clientelismo y la corrupción local sin necesidad de abrir la boca en el Senado. La descentralización del presupuesto estatal y el auge de economías ilegales así lo permiten. Si antes los presidentes necesitaban de los Gerlein, los Serrano Gómez y los Renán Barco para gobernar las regiones, hoy necesitan de los negros Martínez, de los Gordos García y de los Tuertos Gil. En el fondo es la vieja política en nuevos escenarios económicos, tecnológicos y culturales.El otro acontecimiento fue más lamentable en lo personal por tratarse de un colega. Adolfo Atehortúa, decano de la Facultad de humanidades de la Universidad Pedagógica, fue amenazado supuestamente por las Águilas Negras. Lo acusan de “terrorista infiltrado en la universidad”. Atehortúa es autor de uno de los libros más importantes que se ha escrito en el tema de violencia en Colombia: El Poder y la Sangre, las historias de Trujillo (Valle). En ninguno de sus textos se nota ese mensaje entre líneas de autores comprometidos con una causa insurgente. De hecho es difícil identificar al autor como de izquierda.No creo que las amenazas vengan de las Águilas Negras. Los nuevos grupos paramilitares tienen muchos problemas que resolver antes de pensar en atentar contra un profesor que en nada los incomoda. La amenaza tiene un sabor distinto, muy parecido a las amenazas de la guerra fría cuando sectores de extrema derecha se inventaban guerrilleros cada tanto que encontraban un opuesto ideológico. Luego pasaban a utilizar la fachada o la acción material de algún ejército privado de ocasión para asesinarlo. Así le endilgaron muchos muertos a Escobar en los que él no tuvo nada que ver. Yo pensaba que esos tiempos ya habían acabado.