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Por plata no se preocupen

“Que no hay”, dicen que respondió el presidente Belisario Betancur en un consejo de ministros que buscaba salidas a la crisis de la deuda latinoamericana.

23 de agosto de 2020 Por:

“Que no hay”, dicen que respondió el presidente Belisario Betancur en un consejo de ministros que buscaba salidas a la crisis de la deuda latinoamericana; la idea más plausible era ubicar y recuperar el tesoro hundido del Galeón San José. La anécdota es tan buena que si no es cierta, hay que darla por veraz.

Recordé la historia oyendo los planes de reactivación que están exponiendo por todos lados los alcaldes y gobernadores cuando una mezcla de desespero por lo prolongado del aislamiento y optimismo por la reducción de los índices de contagio y tasas de mortalidad, hace necesario pensar en serio en el arrancón de las economías locales. Todos están pensando en el consumo interno.

Es demasiado obvio para explicarlo. Hay que abrir los restaurantes, bares, cines, parques, hoteles para que se recupere el empleo. Como la situación externa está tan complicada nuestro galeón San José es el consumo interno. Claro, una vez se abran los establecimientos, que funcionen dependerá de que la gente entre a consumir.

Pero resulta que esa expectativa puede estar más enredada que pagar la deuda externa con el tesoro náufrago del San José. Los cálculos de Acopi, Fenalco, Asobares, Acodres y otros gremios dicen que al final del año estarán cerrados más de la tercera parte de los negocios de antes de la pandemia. Las cifras de reducción de las cotizaciones a pensiones y seguridad social tanto de independientes como de dependientes o las estadísticas de la deserción universitaria revelan la magnitud de la crisis.

Que aclaren en dónde ven la poción del consumo interno para la reactivación, si la lesión de la capacidad de consumo de los hogares es tremenda, básicamente porque las pequeñas y medianas empresas que desarrollan negocios que emplean intensivamente, no tuvieron apoyo de una mano solidaria de tres actores críticos en su supervivencia: en su orden, el gobierno con los impuestos, los bancos con los créditos y los arrendadores con los cánones, que solo pensaron en su propio bolsillo y las soluciones se limitaron a aplazar el problema para apretar apenas se aplanara la curva.

No hubo reducción de un solo impuesto, ni nacional ni local y los bancos aplazaron sus cobros, pero ya están cobrando con fruición. Algunos propietarios empiezan a preguntarse por qué les están devolviendo los locales sin reflexionar sobre su propia codicia que asfixió a sus socios naturales entre abril y julio. La depredación del pequeño empresario fue total y ahí es donde estaba la mayor parte del empleo perdido, el que llevaba plata a las casas y permitía un ahorro después de lo esencial que daba lugar al consumo. El pequeño y mediano capital nacional y el empleo fueron los grandes sacrificados económicos, no la regla fiscal, ni el déficit con relación al PIB. La economía es la gente, estúpido.

Para empeorar, ya tecnócratas y legisladores entraron en acción con más reglas y condiciones contra los pequeños empresarios, que para reabrir sus negocios tendrán unos costos extras ineludibles de bioseguridad. Los tecnócratas de la Dian ya están imponiendo más formularios para hacerle difícil la vida a los independientes, en el Congreso sacaron una ley que perjudicará el empleo de parejas jóvenes y hay en curso otro de reducción de jornada laboral justificado en datos de Finlandia, Holanda y Suiza. Ninguno de esos genios es empresario, sino que viven en modelos teóricos pero jamás han generado un empleo y carecen del mínimo sentido político, pues la gente está saliendo de esta pandemia en ruinas y mamada.

Preocúpense, porque plata no hay, pero sí elecciones.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos