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El segundo aire de AUV

La medida de aseguramiento, espetada por unanimidad sobre Álvaro Uribe Vélez en 1554 páginas por una sala de la Corte Suprema de Justicia creada para satisfacer la demanda de doble instancia y separación de instrucción y juicio, sin duda es un revés personal para el expresidente.

9 de agosto de 2020 Por:

La medida de aseguramiento, espetada por unanimidad sobre Álvaro Uribe Vélez en 1554 páginas por una sala de la Corte Suprema de Justicia creada para satisfacer la demanda de doble instancia y separación de instrucción y juicio, sin duda es un revés personal para el expresidente, pero también será su reanimación política. Ciertamente muchas cosas han cambiado en Colombia, pero dudo que tanto como para que cambie una de las características de la política nacional de los últimos 18 años: que Uribe es un elector imbatible, aunque un elector sin partido.

Desde 2002 Uribe ha ganado siete elecciones trascendentales. Cuatro presidenciales: dos propias, la primera de Juan Manuel Santos y la de Iván Duque. Dos de Senado: en 2014, cuando se convirtió en la principal fuerza de oposición a Juan Manuel Santos y la de 2018, cuando con la mayor votación se convirtió en la principal fuerza parlamentaria de gobierno. Y, la más dolorosa, el referendo por la paz. Ganando por mucho o poco, con campaña sucia o limpia, Uribe es un elector probado en todas las batallas.

Pero Uribe no tiene partido, gana las elecciones porque se las echa al hombro y pone en juego su case del 25% de los electores que lo acompañan en cualquier circunstancia, hasta ganar la mayoría, a veces ínfima como la del referendo y a veces gigantesca como en 2006 cuando le metió a Carlos Gaviria más de 4 millones de votos y sólo perdió en Nariño y Guajira. Pero nunca ha podido endosar los votos; si no convierte las elecciones en un referendo sobre sí mismo, pierde.

Así quedó claro en las elecciones de Senado de 2018. Uribe abrió su lista al voto preferente y eligió 19 senadores gracias a los 875 mil votos por él, más 522 mil por la lista. La segunda en votación fue Paola Holguín, con 58 mil, con los que hubiera sido última en Cambio Radical, pero no le habría alcanzado en el Partido Liberal, ni el Conservador, ni en la U. María Fernanda Cabal, Ernesto Macías y Paloma Valencia, todos con menos de 40 mil votos se hubieran hundido en cualquier otro partido.

Cierto que el país ha cambiado y muchas cosas habrá que evaluarlas luego de la pandemia y los rescoldos de las protestas sociales que se avivarán con la más leve brisa, porque la crisis social es profundísima, Colombia es un bosque de leña seca en ese sentido. Pero la idea de la muerte política de Uribe Vélez es más deseo que estudio de los hechos, pues su última demostración electoral fue hace solo dos años con moñona de Presidencia y Senado.

La detención ya la están planteando como un conflicto entre justicia y democracia, un expresidente elegido por voto popular preso y unos exguerrilleros libres en el Congreso. Aislado el ruido de los tontos que llaman a activar las reservas militares o desconocer la autoridad de la Corte, el mensaje del referendo uribista es nítido y en esos escenarios el expresidente es ganador. La fragmentación del centro ante dos opciones radicales históricamente se ha resuelto en favor de la derecha.

Con la cabeza caliente la centroizquierda actúa con la ceguera del menosprecio al contrincante, el triunfalismo y la soberbia. Sun Tzu advertía la importancia de conocer al contradictor, respetarlo y evitar combatir en “terreno mortal” donde se cierne la derrota. Mientras en la derecha nada es irreconciliable, los grupos de centroizquierda siguen fragmentándose sin punto de convergencia, pues desconfían profundamente unos de otros. Referendo uribista y división interna es el terreno mortal de la centroizquierda.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos