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El día después

“La desgracia llega a caballo, pero se va a pie” es tal vez el mejor refrán que conozco y lo recuerdo ahora que la humanidad enfrenta un futuro incierto.

22 de marzo de 2020 Por:

“La desgracia llega a caballo, pero se va a pie” es tal vez el mejor refrán que conozco y lo recuerdo ahora que la humanidad enfrenta un futuro incierto, sombrío que oscila en horas de la desesperanza hacia la fe en su capacidad de superación, contradiciendo su espíritu solidario con un egoísmo marcado por la angustia de proteger primero lo que le es cercano y propio. Pocos difieren en que la impresionante crisis de todo lo vivido se superará, porque finalmente la ciencia y la razón encontrarán una solución más allá de la ilusión de las supersticiones. Y pocos difieren en que el camino será largo.

Se indaga, inútilmente creo, sobre la causa primigenia del brote viral. Que si fue un mercado, que cuál fue el animal, que quién fue el paciente cero. Indagaciones me parece guiadas más por la inclinación humana a echarle la culpa a alguien o algo de cualquier cosa que suceda, para ubicarla tan lejos como sea posible de nosotros mismos y no tener qué compartir la responsabilidad, pues entre más distante tanto mejor.

Más pertinente me parece pensar de qué manera se van a repartir las cargas económicas y sociales del desastre. En estos días de cuarentena resulta muy evidente que el paliativo a las angustias cotidianas, que si hay jabón, que si habrá comida, viene de tres sectores protagónicos del desarrollo de la humanidad y de su impresionante ascenso de los últimos 200 años: los obreros, los campesinos y los científicos. Más que los financistas, más que los analistas políticos siempre listos a ser especialistas de coyuntura de lo que sea, evitar que la crisis de salud no se vuelva una catástrofe social depende de esas tres fuerzas, que son los que ponen el desinfectante y la cena en cada hogar en cuarentena y atienden la emergencia y buscan la cura, como los profesionales de la salud en todas sus áreas, desde microbiólogos, virólogos y epidemiólogos trabajando en laboratorios y construyendo modelos, médicos y auxiliares que literalmente entregan sus vidas en la primera línea de batalla, sin olvidar al administrador especializado en analizar cómo usar los escasos recursos hospitalarios de la mejor manera posible, ni pasar por alto a quienes conducen las ambulancias.

Al otro día, cuando como hoy ya pasa en China los museos vuelvan a abrir, la gente a sus oficinas, el pequeño comercio a vender, los profesionales a sus oficios, la sociedad tiene que estar vigilante para que no pase que so pretexto de salvar la economía, los que ya son las verdaderas víctimas económicas terminen asumiendo cargas para beneficiar sectores que han recibido la generosidad de los gobiernos financiada del bolsillo de los usuarios, como pasó con la ‘contribución transitoria’ del 2x1000, que se volvió permanente del 4x1000 para salvar instituciones financieras.

Las decisiones acertadas de los políticos pueden caer en el vacío si no hubiera la participación decidida de científicos, agricultores y empresarios y obreros industriales que crearon las condiciones para que la estricta cuarentena fuera acatada por toda la sociedad, con muy pocos malos ejemplos que no fueron la característica principal. Sin la participación de cada hogar y cada productor ninguna orden de alcalde o presidente hubiera servido.

Cuando se decida a quién apoyar y beneficiar, bien valdrá la pena decir como el lector de Brecht: cuando se habla de las 7 puertas de Tebas en los libros hablan de los reyes, ¿pero ellos levantaron las rocas? Cuando Alejandro conquistó India, ¿estaba solo? En cada página que narra una victoria, ¿quién cocinó para el banquete de los victoriosos?

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos