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A desempolvar el Manifiesto

Con la evidencia acumulándose de cómo la pandemia segó más vidas de pobres que de ricos, deberíamos pensar con serenidad si durante última fase de expansión del capitalismo y el liberalismo político se resolvió el problema de la concentración de la riqueza.

6 de septiembre de 2020 Por:

Con la evidencia acumulándose de cómo la pandemia segó más vidas de pobres que de ricos, deberíamos pensar con serenidad si durante última fase de expansión del capitalismo y el liberalismo político se resolvió el problema de la concentración de la riqueza y su causa, la expropiación privada del valor agregado por el trabajo.

Lo que pasa en Estados Unidos prueba que es equivocada la idea que la disolución del bloque socialista en la década de los 90 sintetizó el fin de la historia en términos de evolución política e ideológica, por lo que sólo había que esperar los efectos salvíficos y balsámicos entre los pobres del mundo de la expansión de la democracia liberal y las economías de mercado. La relación de muertes de negros tiende a ser parecida en Tennessee o Alabama que en Nueva York o Massachusetts.

En ese país mueren de Covid-19 tres negros por cada blanco, aunque en población son cinco blancos por cada negro; la explicación no es que el Sur sea caverna republicana y las costas bastiones iluminados demócratas, es más probable que sea que los negros padecen unas condiciones superiores de pobreza y restricción social que los blancos.
Quizás a la pandemia le sean indiferentes las ideologías, pero claramente cruzó más fácil por donde la democracia y el mercado no cerraron las fisuras de la desigualdad.

Un debate se airea ya sobre si la pandemia puso en riesgo la democracia y el libre mercado, dado que el avance tecnológico necesario para combatirla habilitará a los Estados a controlar más a sus ciudadanos, entonces hay que fortalecer la democracia. Dilema falso, porque el problema es la pobreza, como se prueba con lo que pasó en la educación pública. El cuello de botella no fue la ideología sino la pobreza y la consecuente carencia de tecnología, que es más incisiva en los barrios pobres que los ricos, en las ciudades pequeñas que las grandes, en el campo que la ciudad. No son pobres porque no se educan, sino que no se educan porque son pobres.

¿Dónde se laceró más la empresa? En la mediana y la pequeña, donde hay menos ahorro e inversión, que son más vulnerables a la inestabilidad jurídica y el populismo económico de legisladores, gobernantes y jueces, donde más familias pobres encontraban empleo, donde menos se irradió la ayuda estatal si es que algo parecido hubo. El conflicto real no se ha superado, la tensión social y política causada por la pobreza derivada de la explotación, sigue y está acuciado por la pandemia.

Este país lleno de aficionados que no opinan sino que gritan e insultan sin continencia, deberían repasar lo que dijo Marx hace 170 años; todos deberían comprarse su Manifiesto Comunista y leerlo por primera vez. Y los pocos que lo leyeron, que lo desempolven y lo repasen porque su vigencia es apabullante.

A ver si entienden el mensaje que se enterró en ese engrudo indigerible que lo volvieron los sectarios y dogmáticos de todo pelambre, hasta hacerle perder su riqueza y convertirlo en lo que definitivamente no es, una prédica de principio contra el empresariado nacional, pues no leyeron nunca esa frase que dice: “El Manifiesto rinde plena justicia a los servicios revolucionarios prestados por el capitalismo en el pasado” y ubicaba en la misma clase al empresario nacional industrial y comerciante, con los proletarios.

Y del otro lado que no sean vagos y estudien, a ver si por lo menos saben qué cuestionan. Y que ambos piensen en la insensatez histórica de su fanatismo ignorante.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos