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La finta del Presidente, ahora más esgrimista que jugador de póker, nos...

3 de mayo de 2012 Por: Benjamin Barney Caldas

La finta del Presidente, ahora más esgrimista que jugador de póker, nos saldrá cara a todos. La construcción de viviendas en las ciudades colombianas, debido a su rapidísimo y cada vez más voluminoso crecimiento, es lo peor que les ha pasado. Las casas en serie para todos los estratos las extendió innecesariamente a casi todas, beneficiando únicamente a los terratenientes que las rodean al permitirles urbanizar sus tierras, con todos los inconvenientes y problemas que implica tener que ensanchar la infraestructura de vías y servicios, demorar la movilidad de la gente y mermar la animación urbana. O se llenaron de edificios de apartamentos, innecesariamente altos y sin espacio urbano ni infraestructuras suficientes, pero no los suficientes para compensar las bajísimas densidades que hoy tienen.El amago del Presidente para golpear a sus opositores los ha llevado a demostrar lo demagógico de su insólito ofrecimiento de 100 mil casas con traslado de ministro y todo. Ya aclarado el por qué, toca ahondar en el cómo, dónde, con qué y para quién. Los más pobres necesitan es trabajo y no casitas alejadas de su rebusque y diseñadas y construidas sin considerar sus diferencias culturales. Terminan conformando guetos y los únicos que ganan son los negociantes que las construyen y los politiqueros que sacan su tajada, pues son financiadas con dineros públicos, comenzando por el Presidente, que desde luego no pretende plata cantante y sonante sino la aprobación en las encuestas que ya recuperó. Al fin y al cabo, la primera acepción de finta es el “tributo que se pagaba al príncipe […] en caso de grave necesidad”. De otro lado, como ya se dijo hace años en esta columna (Vivienda y ciudad, 04/05/2006) analizar aisladamente el problema del déficit de viviendas de interés social oculta un problema mayor y que por supuesto lo incluye: el déficit de belleza, urbanidad y urbanismo de nuestras ciudades. Insistimos en confundir vivienda e infraestructura con ciudad, pese a que desde hace más de 30 años quedó en claro, en un estudio del Centro de Planificación y Urbanismo de la Universidad de los Andes, que la mayoría de la gente puede resolver sola sus necesidades privadas, y que muchas veces lo hace mejor que el Estado (lo corroboran las encuestas), pero que le es casi imposible solucionar los muchos problemas públicos de la ciudad en tanto que artefacto, y si lo hacen es a costa de su privatización.El déficit de nuestras ciudades no es sólo de vías, transporte colectivo y servicios, ni de recreación, educación, salud y seguridad, temas recurrentes cuando se habla de la ciudad, sino que es especialmente de espacio público: andenes, semáforos para poder cruzar con seguridad y tranquilidad por las esquinas, plazas en dónde encontrar a los demás y parques en dónde recrearse. Y sobre todo déficit de belleza urbana. Castro mostró que el problema era de recursos, Mokcus que era de urbanidad y Peñalosa que también era de urbanismo. Pero pese a que ya la mayoría de los colombianos vivimos en ciudades, aún no nos damos cuenta de en dónde es que estamos y que en ellas nada es gratis, ni siquiera siendo oficial del US-SS, y elegimos alcaldes que prometen de todo sabiendo que no tienen con que.

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