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En el Tour de Francia o en cualquier evento deportivo es fácil conocer la fe, el compromiso y la paciencia de los competidores.

17 de mayo de 2020 Por: Gonzalo Gallo

En el Tour de Francia o en cualquier evento deportivo es fácil conocer la fe, el compromiso y la paciencia de los competidores.

Sin un asomo de duda se sabe que los primeros tienen resiliencia y brillan en pasión, disciplina, fe y dedicación.

Valores y hábitos que, obvio, no echaron raíces en 21 días, como errónea e ingenuamente se afirma por ahí.

Se ha comprobado que un triunfador en cualquier campo le ha dedicado a su propósito al menos unas 10 mil horas durante su vida.

En sus entrevistas los deportistas descollantes afirman que todos los días necesitan entrenar unas 7 horas diarias.

Se cuenta que Thomas Alva Edison atribuyó sus inventos al poder de estas 3D: deseo, dedicación, disciplina.

Pero ellas sólo dan buenos frutos cuando se han convertido en hábitos a través de una repetición constante y paciente.

Esperar que un hábito se instale en tu ser en 21 días es como querer que en tan breve tiempo un arbusto se convierta en una fuerte ceiba.

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