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Seguramente ya sabes que es mejor preguntarse para qué llega una pena y que la respuesta está en tu misión.

14 de noviembre de 2017 Por: Gonzalo Gallo

En medio del infortunio se desdibuja el sentido de la vida y te preguntas: ¿Por qué estoy en el desfiladero?

Seguramente ya sabes que es mejor preguntarse para qué llega una pena y que la respuesta está en tu misión.

En lugar de creer que Dios te quita los seres amados y envía ‘males’, cree que tú mismo programaste con Él y sus ángeles tus aprendizajes antes de venir a una escuela llamada Tierra.

Trazaste un programa como lo hizo Jesús y para él fue arduo nacer en un pesebre, ser perseguido y morir en una cruz.

Eso no era casual y estaba en su misión de amor, igual que te pasa a ti con pruebas que te cuesta aceptar.

Eres un espíritu que vino a practicar perdón con los agravios, aceptación con las desdichas y desapego con las pérdidas y la transición de los que amas.

Avanzas en fortaleza con las dificultades, humildad con las críticas y fe ante la adversidad y la incertidumbre.

Si lo asumes así tienes más paz y no peleas con un inexistente Dios sádico que viviría enviando muertes y penalidades.

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