Oasis
Ay, Padre bendito, a veces siento el alma desgarrada, sólo tengo un ápice de fe y sobrevivo en un limbo lleno de brumas.
Ay, Padre bendito, a veces siento el alma desgarrada, sólo tengo un ápice de fe y sobrevivo en un limbo lleno de brumas.
Acaso lucho con los recuerdos y me pierdo la magia del ahora, asediado
por los miedos y las dudas.
Más aún, es tal mi sensación de orfandad que peleo contigo, Dios mío, y no le veo sentido a la vida.
Olvido que tú, amado Jesús, estuviste en ese desierto, te sentiste desamparado y tuviste hondas pruebas de fe.
Por eso quiero perseverar, buscar ayuda, calmarme y creer que saldré
de las oscuras cavernas.
La vida no es un absurdo y puedo poner a raya el mal al aquietarme y reavivar la fe. Me animo y vuelvo a confiar.
Imito a los náufragos que soportan lo indecible y se salvan cuando ya los daban por perdidos.
No es fácil, pero afronto el hoy con esta certeza: mi luz nace de creer, mi fuerza de esperar y mi descanso de amarme y amar. Te amo, Dios mío, y sé que siempre estás conmigo. Recibe mi gratitud.
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