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Y la muerte llegó...

Las personas que mueren o trascienden no sufren porque el sufrimiento se asocia con el cuerpo, con el espacio físico.

6 de diciembre de 2021 Por: Gloria H.

La muerte no siempre es dolorosa. La mala prensa y la ignorancia nos han hecho construir la creencia de que produce sufrimiento, desgarra el alma y nos sume en un infinito duelo. No es verdad, no siempre es así. La primera vez que escuché esta ‘teoría’ fue en el libro de Elsa Lucía Arango ‘Experiencias con el cielo’ donde ella cuenta cómo su madre, desde niña, siempre les habló sobre la muerte y esa actitud hizo que ella y sus hermanos la vieran de forma muy natural. No era una desgracia, ni un castigo divino, ni el fin de la vida para los que quedan aún en esta dimensión.

Tampoco puedo olvidar las exequias de Hugo Borrero, donde mi recuerdo principal es la carcajada de todos los asistentes, al hacer el recuento de los chistes, el buen humor y la alegría que irradió en vida este gran hombre. ¿Entonces por qué recordar con angustia y tristeza?

La muerte es parte de la vida y nos debemos alistar para ello. Así como nos preparamos para un viaje, para el estudio o para una ceremonia especial. La pandemia la colocó mucho más cerca, la empezó a volver cotidiana, pero, sin embargo, aún nos toma por sorpresa. Y el que exista la opción de solicitar la eutanasia para situaciones complejas e irreversibles, motiva a revisar el concepto de vida y muerte. El sentido de la vida no solo es sufrimiento. La señora de Medellín, que quiso solicitar la eutanasia para ponerle fin a su sufrimiento, expresaba que ella creía que “Dios no la querría ver sufriendo”. Planteamientos que nos llevan a revisar viejas creencias sobre lo que es Dios, el castigo, el infierno, la muerte…

Cuando una persona cercana a nuestro mundo fallece, la primera sensación es de quietud. Como si el mundo se detuviera, algo se paraliza y se requiere una pausa. Puede ser corta, puede ser larga, pero se necesita un momento de intimidad. ¿Con quién? Contigo mismo. Hay que empezar a asimilar el hecho, hay que procesarlo y necesitamos minutos de silencio y privacidad. Puede que ni siquiera haya lágrimas, porque como me decía mi sacerdote amigo, “los cristianos estamos transmitiendo un mensaje equivocado sobre la muerte. Es llegar a la luz, es salir del sufrimiento, ¿entonces por qué nos entristecemos?”.

Regresar a casa, al lugar de donde salimos y anhelamos volver ¿por qué se asocia con dolor? ¿No debe ser acaso un momento de mucha alegría? Nos reciben las personas que queremos, nos acompañan y nos dan paz y tranquilidad. Sí, son el apego y las equivocadas creencias las que nos hacen sufrir. Lo que se ha transmitido sobre la muerte es traumático. Y más aún lo que vivimos. También por salud mental, hay que enseñar sobre la muerte, cualquiera que sea la religión o filosofía en la que se crea. Muchas vidas, cielo, fin de todo, infierno, juicio final, cualquiera que sea la teoría, lo importante es airear el tema.

Las personas que mueren o trascienden no sufren porque el sufrimiento se asocia con el cuerpo, con el espacio físico. Elsa Lucía Arango dice que nos siguen acompañando, “sin anhelar que todo el tiempo estén a nuestro lado (…) si podemos y para ellos es grato continuar comunicados. Se mantienen disponibles para escuchar nuestro mensaje de amor, gratitud o perdón, nuestra solicitud de ayuda o simplemente para compartir una idea”. ¿Vale la pena revisar creencias sobre la muerte?
Sigue en Twitter @revolturas

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