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“Usted no es culpable”

El entrenador de los 12 niños atrapados en la cueva en Tailandia, les escribe desde ese lugar a los padres de los muchachos pidiéndoles perdón por lo sucedido.

9 de julio de 2018 Por: Gloria H.

El entrenador de los 12 niños atrapados en la cueva en Tailandia, les escribe desde ese lugar a los padres de los muchachos pidiéndoles perdón por lo sucedido. Los papas de los niños ya respondieron. “Usted no es culpable, usted está con ellos”. Hace unos años le escuché a Gonzalo Gallo una historia de un niño japonés, de 6 años, que fue invitado a una fiesta donde una amiguita que lo apreciaba mucho, en comparación con otros compañeritos que lo rechazaban por su origen. El niño asiste ilusionado pero infortunadamente se ahoga en la piscina de la residencia de la fiesta. La angustia de los padres de la niña es infinita al darle la noticia a los padres japoneses. Lo desconcertante es su respuesta. Le dan las gracias a los anfitriones por haberle proporcionado al niño tanta felicidad al asistir a la reunión. “Su último día fue de felicidad”, expresan y agradecen los momentos vividos.

No, no es fácil este proceso de aceptación, pero es otra cultura la que lo practica, lo que significa que ‘se aprende’, no viene cosido en la sangre, ni es parte de la naturaleza. Podemos aprender, podemos educar en la aceptación de hechos no siempre deseados. La frustración se enseña, como se enseñan la responsabilidad, el cumplimiento de normas, la vergüenza.

La cultura japonesa y/o oriental, sorprende con actitudes de solidaridad y cooperación que para nosotros, en la cultura nuestra, son absolutamente inimaginables. ¿Cómo no culpar a alguien de lo que sucede? ¿Cómo enfrentar acontecimientos inesperados? ¿Cómo aceptar que la muerte es natural y contra ella no procede tutela alguna? ¿Cómo aceptar que la perfección no existe? ¿Cómo vivenciar que los errores y las equivocaciones son parte de la condición humana? ¿La basura es mía, es tuya o es nuestra?

Las creencias espirituales dicen que nadie nos hace daño y que cada hecho que se vive forma parte de procesos de aprendizaje, necesarios en el proceso de conciencia. O enseñas o aprendes, o ambas cosas. Puede ser con dolor y sufrimiento pero son aprendizajes que tienen sentido tanto a nivel colectivo como individual. Individualizar la responsabilidad de un hecho, inmediatamente nos coloca en la categoría de espectadores, jueces implacables, que sólo estamos para juzgar y condenar. Es una manera olímpica de lavarse las manos. ¿Qué hace el Gobierno? ¿Qué hacen los otros? ¿Quién es el culpable?

No quiero imaginar lo que hubiera sucedido en Colombia. Perdón, lo que sucede en Colombia. En nuestra mentalidad están siempre el juicio y la culpa. No somos sociedad, somos individuos juzgándonos, culpándonos. ¿Quién es el responsable? ¿La basura es suya o es mía o es social? Al individualizar la responsabilidad, las cárceles se llenan mientras el colectivo sigue intacto sin practicar ninguna clase de cambios. Es uno, un individuo, un grupo, el único culpable. Encontrado este, nos lavamos las manos, esperando (mágicamente) que no suceda más y si sucede, volver a comenzar la cacería para encontrar al culpable.

La necesidad compulsiva de buscar culpables es una manera soterrada de evadir la responsabilidad social que se tiene para crear mentalidad y cultura. Así no lo crea, en cada hecho social, también está la marca personal. ¿Cómo corregir el rumbo? Esperando que afuera ajusten o empezando por cada quien. Usted decide.

Sigue en Twitter @revolturas

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