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Te amo, por eso te mato

Días antes esa frase “es mía” generaba satisfacción e implicaba (por Dios) protección, cuidado, afecto. Ahora se vuelve un arma con la que tengo derecho, a nombre del amor, a mata

22 de junio de 2020 Por: Gloria H.

La diferencia más grande entre un feminicidio y otros asesinatos (sin quitarle gravedad a ninguno) es que los primeros giran en torno al amor, a emociones gratas y placenteras que se vuelven tóxicas y nefastas. Me parecería muy grave que tuviéramos que educar a las nuevas generaciones de mujeres advirtiéndoles que uno de los peligros más graves que pueden correr en sus vidas es amar. Si aman pueden morir. Si confían en una pareja están expuestas al abuso, al vejamen y a la muerte.
Los feminicidios se construyen con base al amor (bueno, o al apego o posesividad) pero la puerta de entrada es el enamoramiento. Un piropo, una mirada, un detalle de un seductor y comienzo el camino de mi propia destrucción. ¿Cómo diferenciar la intención de ese hombre que halaga, seduce, coquetea, pero impávido, después clava 10 puñaladas en el cuerpo, o arrastra del pelo, o ahoga en un río?

Los líderes sociales son asesinados por sus ideologías, por sus criterios, por sus posturas frente a la vida. A las mujeres las matan porque confían en un hombre en el cual colocan todas sus ilusiones. Entonces, matar en nombre del amor es prostituir lo más sagrado de la condición humana, es definitivamente, perder la construcción de lo humano para igualarnos con la escoria. ¿Que una mujer enamorada muera ‘paniquiada’ porque ‘su’ hombre la escuchó contestar una llamada telefónica? ¿Qué una mujer al amar quede prisionera de ese amor y no pueda respirar por sí misma? Escuchar las historias de mujeres con autoestimas bajísimas, ilusionadas con el amor romántico, “él me va a hacer feliz”, apegadas, tratando de complacerlos en todas sus exigencias, es un espectáculo lamentable.

Se nos arruga el alma escuchar a esa mujer enamorada, ilusionada, llorando porque “él me culpa de que no cambio como él quiere y que yo soy la culpable de que esta relación no marche”. Frases desesperadas donde intentan adivinar qué es lo que ese hombre quiere para que no las abandone. Días, meses, años, donde el siente ese poder aplastante sobre ella hasta que… de pronto hay un click, una saturación, un “no más” y se produce un cambio. Pero no para ser el objeto posesivo de ese hombre, sino para aprender a caminar sola. Para saber que tiene que amarse a sí misma antes que a cualquiera. Es un despertar a veces instantáneo, otras veces sutil y despacito. Pero cuando sucede no tiene marcha atrás.
Entonces se rompe la magia y el poder del hombre queda a la deriva.
Este macho la siente distante, lejana, indiferente. Su narcisismo no resiste esta afrenta y cualquier método es viable para que siga siendo suya.

De allí al asesinato no hay sino un paso. Matar a nombre del amor porque “es mía”. Días antes esa frase “es mía” generaba satisfacción e implicaba (por Dios) protección, cuidado, afecto. Ahora se vuelve un arma con la que tengo derecho, a nombre del amor, a matar. “Mía o de nadie”. El camino se ha cruzado con gritos, insultos, desprecios, humillaciones. Empoderar al hombre desde el lenguaje, las leyes, la academia, la política, los seminarios y eventos, invisibilizando a la mujer, es una responsabilidad comunitaria. Para muchos los feminicidios son exageración o paisaje. Lo desgarrador es que se cometen a nombre del amor. Llegaremos entonces a institucionalizar, ¿“mujer si quieres vivir no ames…”?

Sigue en Twitter @revolturas

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