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Rafael Uribe Noguera paciente

Me pregunto si a un individuo condenado a mas de 50 años de prisión le ‘afecta’ que no sean 52 sino 58… es una manera punitiva, pero no reparadora de sanar problemas. Como cuando a un niño se le impone un castigo tan excesivo y prolongado que al final ‘se acostumbra’ y ni se acuerda por qué se lo ‘ganó’.

6 de noviembre de 2017 Por: Gloria H.

El crimen de Yuliana Samboní, causado por Rafael Uribe Noguera, genera diversas miradas. La mas fácil, lógica e inmediatista, llenarse de indignación, repudiar al criminal y al estilo Trump, pedir pena de muerte para el asesino. Es la forma como la sociedad busca cobrar (y, ¿reparar?) el hecho. Podría ser también un intento por lavarse las manos y expiar una posible responsabilidad social. No es la única arista. Está la familia de la niña, su dolor, su angustia, su indignación. El perder a su hija y mas aún la manera en que fue asesinada. No hay compensación para su sufrimiento. Papá y mamá, impotentes, doblegados por el hecho, sin tener alguna forma de explicación que mitigue la pérdida de su pequeña.

Están la Justicia, los jueces, la interpretación del hecho. Entiendo de acuerdo a las declaraciones del último fallo, que existen errores individuales que se asumen como ejemplos para la sociedad. Un individuo y su falta son ejemplarizantes para el núcleo social. De allí que a Rafael Uribe se le hayan extendido tanto la pena de 52 a 58 años como la multa, hasta el punto de no tener con que pagarla. Cobro con todo el peso de la ley. Me pregunto si a un individuo condenado a mas de 50 años de prisión le ‘afecta’ que no sean 52 sino 58… es una manera punitiva, pero no reparadora de sanar problemas. Como cuando a un niño se le impone un castigo tan excesivo y prolongado que al final ‘se acostumbra’ y ni se acuerda por qué se lo ‘ganó’.

La otra arista fundamental, la familia del agresor. Desde la mirada psicológica me pregunto qué clase de familiares, (padres, hermanos, hijos) cuando se encuentran con un hecho tan impactante y sorpresivo, lo primero que hacen es tomar el teléfono y llamar a la Policía. ¿Qué clase de seres actuarían de esa manera? Si claro, los ideales… En un acontecimiento tan pero tan aterrador e increíble, lo que inicialmente se intenta hacer es asimilar, digerir, ‘entender’ qué sucedió. Estos ‘seres ideales’ que llaman ipso facto a la Policía no parecen existir. Lo que no significa complicidad sino tiempo para digerir los hechos. La sociedad espera comportamientos ideales para seres normales y allí radica una contradicción abismal. No se aceptan las fallas, los errores, la enfermedad. Es mas fácil hablar de seres malos que aceptar que existen patologías que motivan a esos comportamientos. El sufrimiento de la familia del agresor es tan fuerte y desgarrador como la de la niña. Ambas se encontraron con situaciones inesperadas, ambas sufren por sus propios hijos.

Si usted como Psicólogo recibe a un paciente como Rafael Uribe lo juzga como malo o lo trata como a un individuo enfermo. ¿Como profesional de la salud mental cree que existe la maldad o lo que hay son seres humanos ‘atrapados’ en historias personales, genéticas y sociales, de las cuales no es fácil ‘liberarse’? ¿Cómo lograr el equilibrio? ¿Cómo lograr una mirada donde todas las aristas sean consideradas para construir futuro mas sanador? En términos espirituales, ¿cómo se explica el comportamiento de Uribe Noguera? Si se lo pregunta a un pastor o moralista obtendrá una respuesta condenatoria. Pero si se le pregunta a una mente espiritual se sorprenderá de su explicación. Existen, entonces, varias miradas que deben articularse para definitivamente sanar sociedades.

Sigue en Twitter @revolturas

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