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¡Peor que el virus!

Las ideas suicidas y la irritabilidad constante son frecuentes en estados depresivos. En lenguaje cotidiano, la constante malparidez, donde nada se disfruta...

12 de diciembre de 2022 Por: Gloria H.

Al azar un tweet: “El novio de mi prima ayer a la noche estaba con ella comprando un arbolito de navidad para armar juntos y esta mañana tomó la decisión de quitarse la vida. La depresión es así, a veces hasta viene disfrazada de momentos felices”.

Un twitter cualquiera, de alguien cercano o distante, no importa, pero uno más de los miles que hablan de depresión. De seres humanos que no ‘resisten’ vivir. De personas corrientes, con vidas aparentemente estables, que no saben para qué se levantan cada mañana. No saben para qué viven, no les bastan los vínculos que los rodean. Nada por qué vivir. Nada que los amarre a la vida. La rutina de los días iguales, la rutina del trabajo, la rutina de la pareja, la rutina de los amigos, la rutina de la familia.

¿Qué le pasó al mundo? Aunque muchos no lo crean o no lo acepten, la humanidad enfrentó un movimiento tenaz a raíz del covid. Pero no fue un movimiento superficial, quedarnos en casa, usar tapabocas, vacunarse, no. Allí no estuvo la remoción. El tsunami se produjo porque obligó a replantear el sentido de la vida.

Sí, no fue ‘toda’ la humanidad, no todos vibraron en la misma onda, pero se abrió un portal por donde se empezaron a hacer cuestionamientos a la forma de vida que se estaba viviendo. Fue un frenazo en seco, el libreto se rompió y quedamos sumidos en la incertidumbre total. Y al comenzar las preguntas, al llenarnos de cuestionamientos “y esto por qué, y esto para qué”, no hubo (ni hay) respuestas que satisfagan.
Entonces, brotó la desesperanza, se multiplicó el desespero y llegó el virus más demoledor de todos ¡la depresión! Y como, en apariencia, no deja huella en el cuerpo físico, no se le para bolas, muchos lo consideran debilidad. Además, pareciera que es una enfermedad vergonzante, ¡hay que esconderla!

¿Qué hacer con la vida? ¿Qué hacer con el futuro? ¿Para dónde vamos? ¿Esto sí tiene sentido? ¿Por qué no morirnos? ¿Y si no hay nada ‘más allá’, qué estamos esperando para desparecer? Las ideas suicidas y la irritabilidad constante son frecuentes en estados depresivos. En lenguaje cotidiano, la constante malparidez, donde nada se disfruta, todo es igual, forman parte de las características de una depresión. Que si dura más de dos semanas, requiere apoyo farmacológico. Pero eso no excluye que todos (?) en algún momento de nuestras vidas hayamos podido sentir esa desesperante sensación de no encontrarle sentido a la existencia.
La forma de vida moderna tiene que ver con ‘la peste’ de la depresión. El consumismo y el materialismo se ofrecieron como garantes de felicidad. El éxito, el dinero, el poder… ninguno de ellos sirvió para ‘colmar’ al ser humano. Entonces, la sensación de engaño, de traición, corroe las entrañas.
A los niños se los educa ‘prometiendo’ que si su comportamiento se amolda a lo esperado, podrán ser felices. Prometemos una felicidad ‘externa’, que se compra en un centro comercial. Pero es imposible esconder la mentira: allí no está la felicidad.
Lo que hemos construido como sociedad es un fiasco. Hay que cambiar, hay que modificar pero, qué tan dispuestos estamos a revisarnos como sociedad porque la desesperanza está carcomiendo a las nuevas generaciones. El fracaso de la cultura tiene que ver con la peste de la depresión. ¿Para qué vivimos? ¿Le encuentra sentido?

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