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¿Mamá, estás criando un Edipo?

Está sucediendo. El Siglo XXI ‘resucitó’ la tragedia de Sófocles y la ha vuelto ‘pan de cada día’. Los Edipos se multiplican y para celebrar -otra vez- el día de la madre es pertinente revisar las relaciones madre-hijo (hombre)

7 de mayo de 2018 Por: Gloria H.

Está sucediendo. El Siglo XXI ‘resucitó’ la tragedia de Sófocles y la ha vuelto ‘pan de cada día’. Los Edipos se multiplican y para celebrar -otra vez- el día de la madre es pertinente revisar las relaciones madre-hijo (hombre) y adentrarse en la construcción moderna del varón, donde la ausencia de padre (autoritario, patriarcal y abusivo) desapareció para dejar otra clase de problema. ¿Dónde está mi papá? Los roles familiares han cambiado y seguir mirando con espejo retrovisor a la familia ‘ideal’, la de las creencias religiosas, es un despropósito. Una nueva mujer, dueña de su cuerpo (con la píldora anticonceptiva), capaz de ganar dinero, no baja la cabeza ante el compañero. Tiene la opción de la independencia. No ‘necesita’ al hombre para sobrevivir económica y socialmente. Pero entonces su vacío afectivo (que si lo tiene), lo suple con su hijo varón. Se ‘apodera’ de él para no dejarlo ir. Le pertenece, la acompaña, la secunda y lo que es peor, fantasea con que es su dueña. El hijo se convierte en su motor, su orgullo, su ‘obra maestra’. Es su pareja, hace de pareja, lo usa como pareja y se gesta entonces la ‘instalación’ del Edipo. Ambos quedan atrapados, madre e hijo. Una nueva modalidad de familia donde este hombre no logra desprenderse de su madre. La sentencia patológica “primero conociste mamá que esposa” en todo su apogeo.

Entonces mamá, en vísperas de su fiesta y antes de panegíricos endulzados (o mentirosos) vale la pena revisar si está ‘criando’ un Edipo en su propia casa y con su total complacencia. Porque esta actitud es dañina. Perjudica a su ‘retoño’ y a todas las relaciones posteriores que este construya. Si él se siente abocado a ‘escoger’ entre su madre y su esposa (como si estuviera ante dos novias) significa que la madre está desempeñando un rol que no le corresponde. Por lo general va camino de convertirlo en un pelele, en un ‘bueno para nada’ cuyo amor por la madre (afecto simbiótico) le impide crecer. E irse. Es importante, mamá, caer en la cuenta que ese niño o adolescente no es reemplazo de nadie y no puedo ‘utilizarlo’ para compensar vacíos emocionales. A los hijos e hijas hay que dejarlos ir.

Sí, la madre puede hacer daño. Los afectos maternos no siempre están enfocados al bienestar de los hijos por más que la cultura se empecine en decir de que “todas las madres” quieren lo mejor. Una madre, desde su egoísmo o patología, puede dar al traste con el futuro de sus hijos llenándolos de culpa “por abandonarla”, es decir por crecer e independizarse. La madre (convertida en suegra) puede convertirse en la peor enemiga de su nuera porque no acepta ser reemplazada. Ese hijo (Edipo) empieza una verdadera tragedia (al puro estilo griego) porque carece de argumentos racionales para encontrar un camino independiente. La culpa obnubila cualquier razonamiento. No hay que olvidar que no existe poder más intenso que una madre manipuladora. ¡Y sí que las hay!

Edipo se multiplica por cambios en la familia. Mujeres solas, fuertes y guerreras, la sacan adelante: la hija ‘copia’ su empuje pero el hijo queda atrapado como soporte ‘masculino’ de mamá. Las consecuencias están a la vista. Es una ‘nueva’ familia diferente a la conocida. ¿Mamá, estás criando un Edipo? Más datos en libro ‘Dónde está mi papá’, le sorprenderá.

Sigue en Twitter @revolturas

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