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Las mamás de las amigas

Los recuerdos es lo que nos queda de las experiencias. Lentamente...

18 de marzo de 2014 Por: Gloria H.

Los recuerdos es lo que nos queda de las experiencias. Lentamente se van acumulando y forman la estructura de nuestra vida. No siempre permanecen ‘encendidos’ porque se van quedando allí, en la trastienda, en el inconsciente, a la espera de algún acontecimiento que los ‘prenda’ y vuelvan a asomarse. Mientras, sólo están allí, solapados, dormidos, a la espera. Y llega el acontecimiento, por lo general una celebración, un aniversario o la muerte, para que entonces, ‘aparezcan’ y lleguen con la ingenuidad de la juventud, o con la confianza de épocas pasadas donde pareciera que todo era “tan fácil”. Los recuerdos del colegio, de la adolescencia, de la Universidad, allí están. Sólo que el presente es tan abrumador, tan arrollador, que no da tiempo para recrearse en lo que ya vivimos y forma parte de lo que nos construyó. Basta una excusa y otra vez, como en una película, empiezan a desfilar…Acompañando el féretro de Marta Carvajal volví a sumergirme en esa época escolar, el Sagrado Corazón, las compañeras de clase, las de siempre, las que existen ya con su propia vida, a veces tan lejanas, tan desconocidas hoy en día. Pero hay un pedazo de sus vidas que yo conozco, un pedazo que también es mi vida, lo que compartimos, la época en que nos formamos y crecimos juntas. Ellas tienen parte de mi existencia como yo tengo también parte de la de ellas. Las vivencias forman los recuerdos donde cada una puede tener piezas del rompecabezas que a mi me faltan y viceversa. Observar sus vidas es mirar un poco la propia vida. ¿Qué quedó de aquellas que me acompañaron? ¿Las puedo reconocer o sólo puedo acercarme a las fotografías de la época porque todo lo demás de sus vidas me es extraño, distante, indiferente?Las mamás de las amigas también conocieron nuestra propio cuento. En las casas de ellas dormimos, desayunamos, compartimos. Horas de estudio, fiestas, el comedor auxiliar, las empleadas que eran tan familiares, ¿cómo no reconocer nuestras vidas en esa historia? ¿Cómo no sentir su partida como una parte de nuestro relato que también se está yendo? No enterramos a la mamá de una amiga, no, vamos desprendiéndonos de pedazos nuestros adheridos a la mamá de la amiga que hoy se marcha primero, tal vez, para tenernos “la casa lista” como tantas veces sucedió en esta dimensión terrenal. Morir es el regreso a casa y estas mamás y papás, otra vez, nos preparan el camino, vigilan que nuestra llegada sea acertada, alistan la mesa, adecúan la casa… qué tranquilidad saber que ellos ya están allá listos para darnos la mano y acogernos, como en vida siempre sucedió. La muerte no es una desgracia, ni un final trágico. Sólo es un cambio de dimensión, desencarnar, y cada vez que los seres que amamos se van primero, lo único que hacen es “despejar la ruta” para que sus hijos e hijas puedan “llegar con tranquilidad”. Nos están esperando, arreglan la casa. Todavía “esperamos” tener mas futuro que pasado por eso todavía no es época de añoranzas y seguimos mirando para adelante. No pienso que toda época pasada fue mejor o peor. No. Lo que hace valiosísimo el pasado es que nosotros “vivimos” esa época y por lo tanto la reconocemos como propia. Ahora sólo queda esperar.

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