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Inteligente y/o malcriado

Los medios de comunicación tenemos muchísima responsabilidad en pregonar estudios de no sé cuál instituto u organización y repicarlo como ‘verdad científica’.

25 de septiembre de 2017 Por: Gloria H.

Los medios de comunicación tenemos muchísima responsabilidad en pregonar estudios de no sé cuál instituto u organización y repicarlo como ‘verdad científica’. Tan fácil hoy publicar una supuesta investigación (¡!) y darla por válida, construyéndole encuestas, datos estadísticos y otros soportes para justificar un resultado o una tendencia. Sin embargo, se olvida que internet está invadido de mentiras que escapan a todo control. Un último estudio de determinado instituto pregona que la lactancia prolongada ‘hace’ hijos más capaces. Que si una madre da pecho por un largo período su hijo será más inteligente. Entonces, detrás de la importancia de la inteligencia las mujeres alimentarán a sus hijos 2 o 3 (¿más?) años porque ‘alguien’ probó que este hecho los haría más capaces. Y como para la cultura occidental lo más importante es la inteligencia, qué maravilla encontrar un ‘estimulador’ de inteligencia. “Pienso, luego existo” dijo Descartes y para muchos ‘esa’ inteligencia cartesiana es lo más valioso de un individuo.

Pero, lo que sucede es que los humano no somos solamente biología. Por alimentar un cuerpo, más de un especialista ‘olvida’ el contexto de los niños donde los vínculos y la relación con la madre no pueden convertir el pecho materno en un ‘dispensador de leche’. Los factores emocionales que marcan la conducta de un niño de 2 años ‘exigiendo’ teta y ‘apoderándose’ del seno como si fuera un ‘fragmento’ de su propio cuerpo, dan grima. Sí, es posible que de acuerdo a la teoría de lactancia prolongada, pueda convertirse en un niño ‘intelectualmente brillante’ pero de comportamiento elemental y ‘bobo’. Un niño que no enfrenta el destete máximo al cumplir 8 meses, se convierte en un chico dependiente, sobreprotegido, caprichoso, con comportamientos de mala crianza al que ‘le ganan’ la dependencia y la incapacidad para enfrentar la vida. Los berrinches, los caprichos, por no manejar la frustración simbólica que le produce el destete dan al traste con la inteligencia más aguda. En esta teoría sobre la importancia del cuerpo ‘biológico’ y la inteligencia ‘intelectual’, se desconocen otras condiciones donde la frustración simbólica es necesaria, indispensable y estructurante.

El mito de la inteligencia como factor principal de la educación muestra seres ‘inteligentes y brillantes’ pero no integrales. Seres fragmentados, ‘cabezas que caminan’ sin un ápice de humanidad. El narcisismo, la soberbia, la prepotencia, son ‘herederos’ de la inteligencia donde siempre se debe ganar. Cuando se observa el poder formado en los mejores centros de inteligencia, se concluye que no puede ser la inteligencia la que debe orientar la vida. El mito de niños inteligentes, el premiar la inteligencia per se, es el coletazo de una mentalidad racional a la que solamente le interesan los resultados, el poder y ganar. Por el contrario, seres integrales deben manejan la frustración, el error, el “no siempre se puede”. Un niño o una niña lo construyen desde el destete, cuando comienzan a sentir la frustración de que su madre-teta no les pertenece, ni su deseo de poseerla ‘siempre’ se puede cumplir. Otra vez, ¿qué tanto sabemos de procesos psicológicos? ¿Qué tan necesaria es la psicología en nuestras vidas y en la construcción de una nueva mentalidad?

Sigue en Twitter @revolturas

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