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Hombrecitos

Leí con detenimiento la columna del psiquiatra Lucio González que acompañó el...

24 de abril de 2012 Por: Gloria H.

Leí con detenimiento la columna del psiquiatra Lucio González que acompañó el artículo sobre el negocio sexual en este periódico el domingo. ¿Por qué somos infieles? Es una buena argumentación para explicar la conducta masculina de las infidelidades, de acuerdo a la teoría de Freud, pero paradójicamente refuerza todo el sentido patriarcal de la cultura. Para este pensamiento el mundo es de los hombres y las mujeres son sus ‘objetos’ que usan o acomodan de acuerdo a sus necesidades. El ‘hombrecito’ queda atrapado en el amor de la madre y luego intenta ‘agradarla’ teniendo varias (no soy de nadie) o ‘traicionarla’ (ya no soy sólo de ti, mamá) teniendo una sola, la esposa-madre. Este ‘hombrecito’ que no crece, tiene ‘autorización’ tácita para ‘jugar’ con las mujeres de acuerdo al ‘mandato materno’. Las compra como prostitutas, las sostiene como esposas, pero jamás -de acuerdo a esta teoría- las hace compañeras de vida, en lo sexual, en lo económico, en la dedicación a los hijos, en la aventura o en el dolor.¿Y qué pasa en la otra orilla? ¿Qué pasa en el mundo de las mujeres? ¿Por qué ellas se dedican a la prostitución? ¿Por qué la madre absorbe al hijo? ¿Y qué pasa con la madre que tiene una hija mujer? ¿Dónde están los padres-hombres compañeros de estas madres absorbentes de hijos? Con todo el respeto que merece el maestro Freud, hay conceptos que deben actualizarse. La cultura no es estática y seguir hablando de esta mujer ‘pasiva’ que sólo pareciera que vive cuando es mamá o prostituta (cuando pareciera que tiene el control de su cuerpo y del placer), es quedar desubicados. La vida ‘sucede’, Freud está muerto y a ‘años luz’ de lo que pasa entre hombres y mujeres hoy en día. Aún más, ni siquiera podía imaginar para dónde iba el mundo...Después de Cartagena hay dos ideas que prevalecen: por un lado, el peligro a que expusieron al presidente Obama por la irresponsabilidad de sus hombres (esto es claro) y por otro lado la hipocresía y doble moral frente al tema de la sexualidad que alimenta universalmente a la cultura. El matrimonio, el poder del hombre y el de la mujer, el disfrute sexual, las prohibiciones, las apariencias y la doble moral, todo queda expuesto para ser mirado de otra manera. Porque el que una mujer, desde lo que es su esencia (la sexualidad, el placer, la seducción) ponga en jaque a todo un establecimiento, es bien significativo de lo que se vive hoy en día. La mujer, con justa razón, reclama por un acuerdo ‘de negocios’ desde lo que considera su profesión y el hombre, desde su poder, cree que se puede burlar porque la mujer ‘no tiene importancia’. El ‘hombrecito’ que juega con la mujer en todos los niveles. Ella no juega, ella ¡trabaja! y por tanto exige lo que se pactó. Si le quitamos a este escenario el factor prostitución, encontramos -otra vez- el ejercicio del poder autoritario, el abuso y la mirada despectiva hacia las mujeres mientras los hombres tienen todas las licencias para el atropello. ‘Hombrecitos’ a los que les fallaron los cálculos. ‘Hombrecitos’ hijos de ‘mamᒠque no quieren crecer y creen que el mundo les pertenece y que sus deseos son ‘universales’. Aún en terrenos tan ‘despreciables’ como la prostitución, una ‘nueva’ mujer sobreviviente de una cultura machista, exige respeto por los acuerdos. La sexualidad nos gusta a todos. Si ustedes ‘hombrecitos’ no saben ‘ganársela’ de otra manera y tienen que pagar por ella, que al menos respeten los acuerdos. ¿Lo imagino así, señor Freud?

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