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Dos versiones

Es un momento muy difícil porque resistir a una provocación es de valientes, de seres equilibrados que no se dejan llevar por el provocador. No es fácil pero el objetivo propuesto, si está claro, obliga a resistir.

21 de enero de 2019 Por: Gloria H.

Es un momento muy difícil porque resistir a una provocación es de valientes, de seres equilibrados que no se dejan llevar por el provocador. No es fácil pero el objetivo propuesto, si está claro, obliga a resistir.

Colombia acaba de ser desafiada y todo parece indicar que el Gobierno Nacional ‘pisó la cáscara’ y más obedeciendo las directrices del partido de Gobierno (de Uribe) que tiene como filosofía principal armarse (Christian Garcés y sus armas para todos “los buenos”), pelear, enfrentar, “no dejarse”.

El presidente Duque en actitud guerrerista y casi igualada con el agresor, pide romper acuerdos y ‘obligar’ a países garantes a que los rompan. Si son violentos, terroristas y sin corazón, ‘igualémonos por lo bajo’ y respondamos con la misma medida. En este momento cómo hace de falta la cabeza fría, cerebral, calculadora, de Juan Manuel Santos que logró no dejarse tentar por el provocador.

Duque que no parecía visceral quiere la guerra ya (¿él o su partido?), la persecución ya, aplastarlos ya. ¿Es lo adecuado? Los tuits de sus seguidores son demoledores. Por ningún lado pareciera que desearan paz. Solo venganza, retaliación. Ahora, el hecho de solicitar a otros países que rompan las reglas no solo es atrevido sino peligrosísimo. Como quien dice, los acuerdos sólo se cumplen cuando nos conviene. Pareciera que todo está en peligro: la paz, la cordura, la imagen internacional.

Repito, es un momento difícil y para muchos el desafío es imposible de esquivar. Además, como en el interior de cada quien existe un terrorista agazapado atrae la tentación de atizar la hoguera. Es muy simple culpar a los ‘del otro bando’ y disparar ofensas. Responder e incendiar es más fácil que pedir mesura. El sólo hecho de ‘exponer’ a los tres integrantes del helicóptero incendiado en Norte de Santander a ser asesinados, rompiendo los trámites para su liberación, ‘porque no nos vamos a dejar’, es ya un despropósito. Una sola vida, una sola, amerita intentar llegar a acuerdos. No son sometimientos pero lo que queda es la guerra, otra vez la violencia desaforada, aterradora.

Se propusieron acabar con la paz (dizque de Santos y no de Colombia) y pareciera que lo están logrando. Pero el editorial de El Espectador fue contundente: “En una reacción de absoluta irresponsabilidad, el expresidente Álvaro Uribe dijo ‘grave que la paz hubiera sido un proceso de sometimiento del Estado al terrorismo’”. ¡Qué descache! Uribe no tiene cabeza fría y es el patrocinador de este Presidente, ¿qué sigue?

Pero… hay tantas inconsistencias en la versión de los hechos. No hubo perro a la entrada, no hubo camión con motos, no hubo policías detrás de la camioneta. Hay un cuerpo de un guerrillero destrozado pero la mano ‘aparece’ entera. ¿Llegaremos a creer? Si ya hubo ‘falsos positivos’ ¿por qué descartar ‘falsos’ atentados? ¿A quién le ‘convenía’ esta masacre? Hay que domar al terrorista interior y no dejarse tentar por los cantos de sirena guerreristas, exigiendo sí claridad pero con cabeza fría. Muchos están pidiendo a gritos regresar a lo conocido, a lo que dominan, a aquello que les da réditos: guerra, venganza, confrontación. Sólo que esperamos que este sea ya un país diferente. Porque, en definitiva, escoger el infierno de la guerra es de enfermos mentales. ¿Usted lo es?

Sigue en Twitter @revolturas

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