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¿Dónde está el padre?

¿Qué tienen en común el actor Bill Cosby y el hombre que ayer asesinó y quemó a una niña en Fundación, Magdalena?

1 de octubre de 2018 Por: Gloria H.

¿Qué tienen en común el actor Bill Cosby y el hombre que ayer asesinó y quemó a una niña en Fundación, Magdalena? ¿Qué iguala al obispo chileno Karadima con el candidato Kavanaugh a la Corte de USA? ¿Cuál es el poderoso hombre que en Colombia violó a Claudia Morales? ¿Por qué la multiplicación de historias donde el abuso es imposible de callar? Cómo no aceptar, entonces, que lo que vive nuestro mundo es un resquebrajamiento tenaz de la figura del padre.

Cómo entender que lo que se destapa, día a día, país tras país, época tras época, es el abuso del patriarcado a todos los niveles. En términos psicoanalíticos el padre significa el orden, el límite, la norma. El padre es quien protege, el que controla, el que organiza. Pero aunque parezca contradictorio, el padre no necesariamente tiene que ser el papá o un hombre. Lo importante es que exista un límite que introduzca al niño o niña en el mundo real.

Pero el hombre, que en principio debía desempeñar esa función, se enloqueció con su poder ilimitado, con su falo agresivo y con el dominio sobre todo lo que lo rodea. Se creyó dueño de sus hijos, de su compañera, de su madre, de su entorno, de la naturaleza. Y cual rey tirano, hizo y deshizo. La ciencia, las artes, la religión, la política, todo estaba para él, para hacer lo que se le viniera en gana. Creyó, ingenuo y prepotente, que nunca habría un cambio. ¿Por qué lo iba a haber si todo marchaba como ‘él disponía’? La justicia estaba a su servicio. La historia él la escribía (e interpretaba), las naciones ‘sólo’ él las controlaba, las mujeres no votaban (solo él lo hacía), todo un paraíso de dominio y explotación.

Las historias de atropello por parte del patriarcado son innumerables. Es como un tsunami de información donde cada día se destapa un abuso diferente. No hablemos de estadísticas porque las víctimas no son un número. En su mayoría niños o mujeres golpeadas por el poder patriarcal que ahora, hipócritamente, se sorprende de los escándalos. Un asunto es la historia pública y otra las historias desgarradoras de cientos de mujeres que tienen pegado a sus entrañas el dolor lacerante del abuso: fue mi padre, un hermano, los amigos en una fiesta, el tío, mi abuelo, el vigilante, el profesor, el cura de la Iglesia. Historias de nunca acabar. Impacta el número de mujeres que guardan ‘su secreto’. La estadística que debería hacerse es al contrario: ¿Usted es, acaso, una de las privilegiadas que está ‘limpia’?

Claro, hay una ira represada de siglos de abusos y silencios. Lo que sucede es que la mujer despertó pero el patriarca cree que el mundo aún le pertenece, que el mundo sigue igual. La sorpresa es desmesurada. ¿Cómo silenciarla? Imposible. Hay que seguir hablando y denunciando. El hombre patriarcal se queda sin herramientas de control y por ello, golpea o mata. No sabe manejar a esta nueva mujer que le habla de igual a igual. Está asustado y no le queda mas camino que la violencia.

Da qué pensar si el timonazo hacia la derecha de muchos países es posiblemente una búsqueda desesperada de regreso al pasado, la necesidad de volver al poder patriarcal que se les esfuma de las manos. En el orden ‘anterior’ el patriarca era el rey. En el mundo de hoy debe, necesariamente conciliar. No lo sabe hacer: no hay padre, si muchos tiranos…

Sigue en Twitter @revolturas

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