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Desde la rabia

Tuve la oportunidad de hablar telefónicamente en el programa de radio Oye...

30 de agosto de 2011 Por: Gloria H.

Tuve la oportunidad de hablar telefónicamente en el programa de radio Oye Cali con María Isabel Urrutia, candidata a la Alcaldía, y me impactaron dos hechos. Primero, la rabia, el resentimiento, la prevención con que la candidata responde preguntas que no le gustan. O que le tallan. Parece que considera la contienda electoral como un campo de batalla en el que hay que defenderse y tener una actitud agresiva para cuidarse de los enemigos, es decir, aquellos que hacen alguna pregunta inquietante. Interpreto que María Isabel puede estar empeñada en llegar a la Alcaldía para cobrarse los años de exclusión que, siente, han vivido personas como ella, por su raza, por su condición social o por alguna eventual situación económica. María Isabel cree que esta tarea es ‘cobrando’, a la defensiva. Y el segundo hecho que me impactó: estamos abocados a repetir en Cali algo que ya vivimos y que ronda con preocupación. Al preguntarle por su preparación profesional para aspirar al puesto, su respuesta fue cortante y totalmente prevenida: “¿Quién dijo que yo no he estudiado? Soy licenciada en Educación Física y no voy a decir nada más de mis estudios”. (Si tanto le talló la pregunta, ¿qué fue lo que la ‘tocó’? ¿Qué tiene que ver en la prevención un supuesto título ‘acelerado’ de abogada dado por la Santiago?). Para ella los 8 años del Congreso son escuela suficiente de preparación, porque con “la Constitución en la mano” metió a la cárcel a los “egresados de Harvard”. La historia de la Alcaldía de John Maro, quien creyó que con su experiencia en la radio “era suficiente” para manejar a Cali, vuelve a rondar como un fantasma. ¿Qué tan preparada puede estar una persona con una licenciatura en Educación Física para ocupar la Alcaldía? Porque el que existan individuos preparadísimos que hayan fallado, que se hayan equivocado o que descaradamente hayan robado, no significa -¡por Dios!- que la educación sobre o no se necesite. Un médico se puede equivocar y morírsele un paciente, pero esto no me lleva a concluir que “los médicos no sirven” y que por lo tanto, me da más seguridad un tegua. María Isabel, desde su furiosa argumentación, dijo: “Yo no sé hacer empanadas, pero sí dónde las hacen. Me rodearé de gente que sepa más que yo en los temas y así podré dirigir”. ¿Será que sí? ¿Qué tan fácil es que la engañen, que le metan ‘gato por liebre’, cuando ella no conoce del asunto? Y aún cuando la Alcaldía no es un restaurante, más vale que el dueño del negocio sepa cómo se hacen las empanadas y que no se contente con degustarlas para calificarlas como sabrosas o insípidas. Además, se teje toda una incoherencia sobre el significado e importancia de la educación: ¿Es tan fácil reemplazarla con experiencia? Entonces, no más inversión en programas de calidad educativa cuando la experiencia suple el estudio. ¿Cuánto tiempo gasta una persona en aprender desde la experiencia lo que puede aprender desde la academia? ¿En Cali creemos, acaso, que un gobernante no necesita preparación intelectual y académica para manejar la ciudad? ¿Repetimos? La educación académica es un respaldo que al menos garantiza estar más cerca del acierto. ¿Qué empresario, grande o pequeño, entrega el manejo de su negocio a una persona con rabia, licenciada en Educación Física, que desafía con expresiones como: “¿Y por qué no puedo?”. En especial la rabia, esa sensación de desconfianza, de prevención, de agresividad, no son elementos sanos en una personalidad que va a dirigir. Cada quien decide.

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