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¿De quién es la estatua?

En una época de ignorancia pudo representar y significar hasta convertirse en un símbolo, pero las nuevas generaciones no podrán sanamente, identificar la imagen de la ciudad con un genocida

26 de julio de 2021 Por: Gloria H.

Alguien escribió, maravillosamente, que el presente no solo delinea el futuro sino que también tiene la capacidad de cambiar el pasado. ¡Que paradoja! El pasado, lo que se ha vivido, también puede ser modificado.
Cuando creímos que ya estaba allí, congelado, resulta que también esta vivo, que tiene movimiento y ‘leerlo’ con nuevos aportes, lo modifica totalmente. De allí que sea tan apasionante el tema porque es aceptar la evolución, el devenir de los tiempos.

Recuerdo el seminario con Jean Pierre Garnier Malet: ¿El pasado está atrás (como siempre se ha creído) o es el futuro el que crea nuestro presente? Preguntas apasionantes que si nos atrevemos a hacerlas, deben modificar nuestra forma de concebir el mundo. El problema radica en que como la vida es ‘como un colegio’, existen alumnos en grado kínder y otros en grado 11 y la convivencia se vuelve muy compleja por la imposición de una sola manera de ver el mundo. Todo está en continuo movimiento, nada permanece, ni siquiera el pasado. Pareciera que tendremos que aceptar que el tiempo como lo concebimos en la actualidad, es algo así como un desatino, un contrasentido. Claro, dependiendo del curso en el que esté matriculado, de acuerdo a su nivel de conciencia.

¿De quién es la estatua de Sebastián de Belalcázar? Ojo con la respuesta. Porque si usted es de los que opina que “de todos los caleños”, de la ciudad de Cali, forma parte de su historia, de su identidad, su respuesta ‘lo compromete’ porque debe ser coherente. Si es de todos, ¡es de todos!
Empezando por permitir la inclusión de nuevas miradas donde ya se aprendió quién fue el verdadero Sebastián. En una época de ignorancia pudo representar y significar hasta convertirse en un símbolo, pero las nuevas generaciones no podrán sanamente, identificar la imagen de la ciudad con un genocida. Es la nueva mirada, es la inclusión, es la diferencia. Si pesa más el pasado sombrío que el futuro por construirse, se insistirá en lo mismo, en lo de anterior. Si hay apertura de creencias, hay que construir nuevas formas de convivencia. ¿Qué tal que Antioquia colocara estatuas de Pablo Escobar porque para muchos paisas “es un héroe”? ¿Qué mensaje se les transmite a las nuevas generaciones?

Si la estatua es de Cali se deben escuchar todas las voces y llegar a un consenso. Por lo pronto, hay que construir un símbolo caleño de identidad que genere inclusión y admiración. Percibo algo de terquedad, de ‘no querer perder’ cuando se insiste en volverla a colocar en el mismo lugar, desafiando realidades contundentes. Es un asesino. Quienes la tumbaron, claro, no lo hicieron de forma adecuada, pero como sucede en Colombia, en muchas ocasiones solo las vías de hecho permiten oír las voces de descontento y malestar. ¿Por castigar el procedimiento insistimos en repetir el premio al genocida?

Qué paradoja, Belalcázar nos puso a prueba para saber si somos mas ‘hijos’ de su lado perverso y asesino donde solo ‘arrasando’ es como se impone un criterio, o si su lado aventurero y arriesgado nos marca como una sociedad inclusiva, amable y abierta. La estatua se volvió un ring de contrarios, negros y blancos, indígenas y cachacos, ricos y pobres, jóvenes y viejos. El pasado también se construye desde el presente.
¿Poder y orgullo o inclusión y convivencia?
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