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A las aulas, identidad de género

Hay dos maneras de enfrentar la vida. Abriendo los ojos y aceptando la evolución ‘impajaritable’ de la humanidad o, por el contrario, tapándoselos y enterrando la cabeza en un hueco como el avestruz. Pero los hechos están allí y es imposible detenerlos, lo acepte o no.

17 de marzo de 2020 Por: Gloria H.

Hay dos maneras de enfrentar la vida. Abriendo los ojos y aceptando la evolución ‘impajaritable’ de la humanidad o, por el contrario, tapándoselos y enterrando la cabeza en un hueco como el avestruz. Pero los hechos están allí y es imposible detenerlos, lo acepte o no. Hace unos meses se levantó una polvareda enorme por la llamada ideología de género (que como tal no existe), donde Ordóñez, iglesias cristianas, Uribe y personas muy conservadoras, insistían en afirmar –desde una ignorancia extrema- que la naturaleza es la que determina la identidad sexual de un individuo. Repito, error garrafal y no porque una partida de ‘libertinos’ audaces lo diga sino porque los hechos demuestran lo contrario. Allí está la Ciencia. No se ‘elige’ identidad, pero esta sí resulta de la combinación de múltiples variables fruto de la historia familiar, de las relaciones entre las personas del entorno y del ambiente en que nos desarrollamos. El psicoanálisis ha enseñado que tienes la identidad sexual que “la historia familia te asigne”. O sea que no es la biología la única que determina identidad sexual. ¡Qué pena!

Así la sociedad no lo quiera aceptar, es en las aulas escolares donde se están presentando la nuevas situaciones. Es decir, estudiantes con identidad de género diferente a lo que su ‘empaque biológico’ ha señalado. En un salón de clase puede estar matriculado Juan y después de las vacaciones llega Juana. O puedes tener a Luisa y al curso siguiente se presenta Luis. La Ley Sergio Urrego es muy clara en exigirles a las instituciones educativas respeto por esos procesos de identidad de género, independiente del sexo biológico que la persona tenga cuando nace. Claro, el cambio no se hace solo por impulso o por un deseo ‘momentáneo’ de la persona. Se requiere acompañamiento de profesionales idóneos y un tiempo prudencial para realizar investigación, ajustes y cambios. Pero cuando los estudios y análisis lo demuestren, hay que aceptar el resultado.

Afortunadamente para la Ciencia la identidad de género, diferente al sexo biológico, dejó de ser una patología al igual que sucedió con la homosexualidad, que no se consideran enfermedades o ‘anormalidades’. Por tanto no se ‘curan’ ni se combaten como si fueran ‘errores’ por corregir. Se analiza, se guía y se orienta la situación que vive un individuo cuando siente que el cuerpo que tiene no coincide con su sentir interior. No es fácil decirlo, enfrentarlo y asumirlo. Ni para la persona ni para la familia. Y la ‘mirada’ social definitivamente no ayuda al proceso. Ni qué decir de la moralidad o posturas religiosas ignorantes, donde la culpa y el pecado pretenden imponer creencias en temas donde la religión debería ser más respetuosa puesto que si no conoce científicamente los hechos, no debe asustar o ‘meter’ a Dios como un monstruo que persigue y cobra. La biología no determina la identidad de género. El tema ‘golpea’ creencias aprendidas ‘desde siempre’. El impacto mayor se vive en los adultos educados con creencias rígidas para quienes no es posible ni siquiera considerar una apertura mental sobre lo que sucede. Ahora, como nunca, los colegios son los llamados a educar y orientar pero no solo a los estudiantes sino principalmente a padres de familia. Los casos se irán multiplicando. El tema apenas empieza…

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