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Lecturas de fin de año

Como ya se me ha vuelto usual, aprovecho las fiestas de fin...

26 de diciembre de 2011 Por: Germán Patiño

Como ya se me ha vuelto usual, aprovecho las fiestas de fin de año para retrotraerme. Dejo la atmósfera de fiesta afuera y me recluyo en la tranquilidad de la casa. Desde luego, los libros se vuelven mis mejores amigos. Uno gordo y otro flaco me acompañan por estos días:La tumba de Lenin, de David Remnick, que asusta por sus 862 páginas, pero que pronto se vuelve liviano, entretenido e inseparable. Es una muestra del mejor periodismo literario estadounidense que, a la manera de Jhon Reed o Gay Talese, nos cuenta los últimos días del imperio soviético, las jornadas clave que precipitaron el derrumbe de la otrora superpoderosa Urss.Aunque su tema nos suene remoto, en realidad nos toca de cerca, pues aquellos acontecimientos cambiaron el mundo. Nada volvió a ser igual después de aquellas jornadas inesperadas.Pero más allá de su importancia, La tumba de Lenin atrae por su prosa ágil y vertiginosa. Por la presencia de miles de voces que cuentan la misma historia desde diferentes perspectivas y porque te sorprende a cada paso, así tengas idea de lo que está por suceder. Remnick se sumerge en lo profundo de la vida en la Rusia soviética, entrevista a los poderosos miembros del Politburó, a ideólogos de los medios de comunicación, a generales y representantes a la Duma, a caudillos exitosos y a santones, pero también al hombre de la calle, al ama de casa, al obrero, al fugitivo de los campos de concentración, a los estudiantes y aún a los vagabundos aherrojados por el vicio.Ramnick, corresponsal del Washington Post en Moscú entre 1988 y 1992, vive de primera mano el drama soviético y lo examina con la curiosidad de un naturalista. Su gran crónica de los hechos y personajes que decidieron la caída de un imperio que parecía inexpugnable está destinada a convertirse en un clásico de nuestro tiempo. Aún pese a ciertas debilidades de carácter que le permiten condenar el sistema soviético por su corrupción y criminalidad, pero al mismo tiempo santificar y exculpar al surgimiento del capitalismo en Rusia pese a la misma corrupción y crimen que le son inherentes, y que él se cuida de relatar. Pero esa debilidad, que puede servir para que un comunista anacrónico deseche el libro, en realidad lo hace más atractivo, pues un escritor que se muestre ‘políticamente correcto’ a lo largo de 800 páginas resulta insoportable.Otro gran fresco de la vida en la vasta Rusia, que recuerda Los 10 días que estremecieron al mundo, donde se retrata la caída del zarismo y el triunfo de los bolcheviques. Sólo que aquí se trata de la derrota del bolchevismo, 70 años después de su victoria, que despertó tantas esperanzas.Y La mujer barbuda, de Ramón Illán Bacca, una voz singular de la narrativa colombiana, llena de humor, que debiera ser mejor conocida en el país. Sobre todo en un país tan dado a la prosopopeya como el nuestro. Illán se ‘perratea’, en el buen sentido caribeño del término, la ostentosa actitud protocolaria de los colombianos de clase media y alta, ese “espíritu de notario” que no nos permite llamar las cosas por su nombre, ese “dar fe” de gente que sólo conocemos por su apellido y que oculta tanta podredumbre moral.Illán corroe, y el país necesita de esa corrosión. Ambos, Remnick e Illán nos hacen pensar, que es lo máximo que se le puede pedir a un libro. ¡Feliz Año Nuevo!