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Al observar en primera página la fotografía del deterioro de la hacienda...

1 de noviembre de 2010 Por: Germán Patiño

Al observar en primera página la fotografía del deterioro de la hacienda Cañasgordas, no pude menos que pensar en cuanta razón les asiste a quienes, desde estas mismas páginas, han clamado por su restauración como parte de nuestro patrimonio cultural.Pero la primera pregunta que me surgió fue: ¿quiénes son los propietarios de este bien que tan irresponsablemente han permitido que llegue a tal estado de abandono? Porque, en contraste, otros propietarios de edificaciones patrimoniales del mismo estilo ha sido diligentes y han mantenido en buen estado de conservación sus bienes. Ejemplo, lo hecho por la familia Correa Holguín con Piedragrande, o la familia Eder con García Abajo, u otras familias con Piedechinche o Albión, entre otras casas de hacienda.Ya lo ha dicho Benjamín Barney, que sabe del asunto: las casas de hacienda coloniales y algunas del siglo XIX constituyen un conjunto valiosísimo de patrimonio inmueble, importante no sólo para el Valle del Cauca sino también para el país. Y entre ellas la joya de la corona es Cañasgordas, tanto por su monumentalidad como por la historia que se encierra entre sus paredes. Pero es la que peor está y eso que es una de las pocas que queda en jurisdicción de Cali, el municipio más rico del Valle.Su deterioro es tal que no resulta producto de la desidia de unos pocos años sino del abandono por décadas. Como si sus propietarios prefirieran que fuera borrada de la faz de la tierra para poder construir allí un ‘mall’ estilo Miami, o algo parecido, aprovechando la gran valorización de los terrenos en los que la vieja casona se asienta.¿Quién debe responder por Cañasgordas? Sus propietarios, es decir la Fundación Cañasgordas ‘Eusebio Velasco Borrero’, mayoritariamente manejada por las familias Reinales Velasco, Velasco Reinales y los herederos de Eusebio Velasco B., entre otros. Pues no es un bien público, como debiera ser, si alguna administración municipal o departamental hubiese decidido comprarla por la misma época en que el Departamento compró la Casa de la Sierra, otro bien patrimonial lleno de historia y literatura.Y debe decirse que hay manos sucias en el abandono de Cañasgordas. De acuerdo con un amigo experto, hasta hace un par de años la emblemática construcción del Trapiche estaba cubierta por un plástico, para protegerla de las aguas lluvias. Pero alguien retiró el plástico y los propietarios permitieron indolentemente que la humedad derritiera las paredes de tierra de la edificación, hasta que ella se vino al suelo.El municipio no puede hacer mucho porque apenas cuenta con un puesto en la junta Directiva de la Fundación Cañasgordas, que es donde se toman las decisiones sobre esta propiedad de tanta importancia para nuestra historia y cultura. O tal vez sí, si algún alcalde corajudo se decidiera a expropiarla, aduciendo razones de interés general y de bien común, y dada la demostrada incapacidad de sus actuales propietarios para detener el proceso de ruina en que se encuentra.Otra posibilidad sería la de incluirla en una de las megaobras, para que la mayoría de los recursos no se vayan en obras para los automovilistas y algo quede para la educación y la cultura. El alcalde que recupere a Cañasgordas quedará en las mejores páginas de la historia ciudadana, pues éste es el principal problema de la cultura caleña, hoy.