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Guillermo Barney

Siempre lo recuerdo un tanto informal: camisa a la manera de los...

27 de agosto de 2012 Por: Germán Patiño

Siempre lo recuerdo un tanto informal: camisa a la manera de los ‘mamos’ de la Sierra Nevada, un collar como amuleto en el pecho y una tendencia natural a romper con la solemnidad haciendo uso de un inteligente sentido del humor.Vivió desde comienzos del Siglo XX hasta comienzos del Siglo XXI y registró con curiosidad lo sucedido durante un siglo de innovaciones, intrigas, violencias y tragedias. Pero prefería prestar mayor atención a las cosas buenas y valiosas de la vida y a aquello que las causaba. Tendió al optimismo, aunque gozaba también de un sano y provechoso escepticismo. De allí que considerara a los seres humanos como unos ‘hp’, también capaces de actos de grandeza y generosidad. Se reía de sí mismo: “Soy un HP de P…”, es decir, un Honorable Pensionado de Palmira.Poseía la rara y difícil virtud de combinar con naturalidad lo elevado y lo terrenal. Se sentía tan cómodo dirigiendo un taller con corteros de caña en Pradera, como dictando una conferencia ante candidatos a maestría o doctorado en alguna prestigiosa escuela universitaria de posgrados. Y preparaba con la misma minuciosidad uno y otro evento, pues respetaba profundamente a quienes lo escuchaban. Esta cualidad era uno de los más notables rasgos de su carácter.Lo suyo era el servicio público. Desde alcalde de su pueblo, Palmira, hasta Gerente regional de la Caja Agraria siempre se destacó por su probidad, capacidad gerencial y búsqueda de los mejores resultados posibles, con el fin de llevar cosas buenas a quien más las necesitaba. Recuerdo que con él Inciva, el Instituto de Invetigaciones del Valle, vivió su época dorada. Se rodeo de un excelente equipo de investigadores, estimuló a los funcionarios, gestionó los recursos para que la prospección arqueológica del Valle reviviera y consiguió que alguno de sus funcionarios sentara un hito en la academia vallecaucana. Gracias a su interés y esfuerzos, Carlos Armando Rodríguez publicó, en la gerencia de Barney, ‘Tras las huellas del hombre prehispánico y su cultura en el valle del Cauca’, uno de los libros esenciales de nuestra historia.Amó a su familia, amó a su pueblo natal y, pese a las contrariedades, siempre creyó en la bondad inherente al alma humana. Y la vida le dio la extraña oportunidad de que pudiera escribir su propio epitafio:“Porque no tuve miedo, de nada, ni siquiera de equivocarme. Porque nunca dejé de ser curioso, ni de cultivar la historia y la memoria. Porque fui un hombre feliz con olor a acema y a pandebono. Porque fui un hombre desprendido y orgulloso de mi pobreza. Porque fui el más leal amigo y, porque nunca ahorré esfuerzos, ni entusiasmo, ni amor para darle a Palmira. Porque creo en el futuro, y en la grandeza y generosidad de cada uno de ustedes. Y porque hoy le doy gracias a la vida por la hermosa oportunidad que me dio de ser Guillermo Barney Materón… Todo esto que dejé no lo pueden enterrar conmigo”.Se durmió para siempre un gigante, en esta tierra a la que tanta falta le hacen. Nos queda su vacío y un dolor intenso. Palmira está de luto, e igual el valle del Cauca. Se nos fue para siempre uno de los sabios de la tribu.Pero nos quedan las huellas que marcó en su camino, que son buena guía.