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En Tumaco

Pasé mi cumpleaños en Tumaco, con buena compañía. Fui invitado para servir...

28 de julio de 2014 Por: Germán Patiño

Pasé mi cumpleaños en Tumaco, con buena compañía. Fui invitado para servir de ‘telonero’ a Isidro Jaramillo, la máxima autoridad en peces y mariscos de Colombia, y pasé un buen rato escuchándolo y aprendiendo.También recibí una grata impresión de la labor del Viceministerio de Turismo, a cargo hoy de Sandra Howard, una inteligente y bella mujer de la isla de Providencia, que ha formado un equipo humano eficiente y con voluntad de servicio, y a quien le gusta estar presente en la actividades que su cartera desarrolla. Una virtud, pues conozco a muchos que prefieren quedarse en Bogotá y luego reciben los informes de sus funcionarios. Incluso tienen la cachaza de citar ruedas de prensa para contar de lo que se hizo donde él o ella no estuvieron.Tal vez por eso la Viceministra de Turismo es una de las personas que ‘suena’ para destinos mayores como el de Ministra de Cultura, ahora que nuestra paisana Mariana Garcés ha presentado su renuncia. Además porque toda isleña es una navegante innata, capaz de llegar a buen puerto aún en mares picados.En Tumaco la mar no estaba picada y la bahía resplandecía de fulgor, como si fuera un bello lago de aguas calmas. Su paisaje, que es uno de los más impactantes de Colombia, contrasta con todo lo que viejos y nuevos amigos y amigas me contaron sobre la tragedia por la que ha pasado el puerto en las últimas décadas.Sufriendo la tenaza mortal de guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo y política corrupta, además ha pasado por una crisis pesquera, por aumento en la contaminación de la bahía y por abandono de algunas de sus más valiosas prácticas y tradiciones. Pese a ello, su gente sigue siendo tan alegre, acogedora y cordial como siempre lo ha sido. Un pueblo buenísimo, que se merece mejor suerte.También vi que Francisco José Lloreda estaba por allá, mostrándole la realidad de Tumaco a un grupo de periodistas llegados de todo el país, lo mismo que explicando la acciones tomadas por el gobierno para garantizar la seguridad de los tumaqueños. Y aprecié la existencia de medios de comunicación independientes, en los que se desarrollan temáticas cruciales con claridad y conocimiento de causa, como el espacio de opinión que dirige mi viejo amigo Rodrigo Gómez en el canal local de Tumaco. Recordé con él que donde hay crítica local las cosas pueden mejorar.Busqué la tagua, ese ‘marfil vegetal’ que construyó, a finales del Siglo XIX, la prosperidad de Tumaco y Esmeraldas, y no la encontré por ninguna parte. Recorrí la plaza de mercado y los talleres artesanales y no encontré a un solo artesano que trabaje la tagua, que hoy vuelve a tener alguna demanda en los mercados internacionales, por el interés de la moda de alta costura. Paradójicamente, los mejores artesanos de tagua se encuentran en Boyacá, pese a que tienen que enviar por el fruto de la palmera a Tumaco.Y claro, volví a acercarme a la gloria al consumir los productos del mar más rico de Colombia. Un pargo recién pescado y frito en la playa, con un patacón de plátano crujiente y una cerveza fría en la mano, es lo necesario para garantizar la felicidad a cualquier hombre común y corriente.Y también puedes acercarte a las experiencias más profundas: ostras frescas y vivas en la playa de Cascajal, “un sorbo de mar” en medio de una belleza natural inigualable.Hay que volver a Tumaco, con frecuencia. Nos reconcilia con la vida.