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El cáncer colombiano

Pareciera existir un consenso nacional en identificar a la corrupción como el...

3 de febrero de 2014 Por: Germán Patiño

Pareciera existir un consenso nacional en identificar a la corrupción como el más grave mal del país, y en identificar al Congreso como la institución donde esa enfermedad se concentra y se incuba.Es claro que no todos los congresistas actúan de manera venal, y que los hay honestos, trabajadores y bien intencionados en casi todas las banderías. Pero son una pequeña minoría que no alcanza a generar un efecto depurador significativo. Lo mismo sucede en el sector privado, sobre todo en las empresas constructoras encargadas de acometer grandes obras de infraestructura. Un buen amigo y exitoso profesional me decía que a él ya le daba pena presentarse como ingeniero, por el desprestigio en que esa profesión había caído en Colombia.Lo mismo sucede en áreas como la minería, la prestación de los servicios de salud, la educación y aún en empresas de tanto prestigio como Ecopetrol. El país tiene una arteria rota que mana sangre sin cesar, llevándose consigo todas las esperanzas de bienestar y prosperidad de los colombianos. Es una especie de plaga que parece no tener fin.No insistiré en casos de corrupción sobre los que ya se ha escrito bastante, ni sobre la responsabilidad que cae sobre empresarios del sector privado y funcionarios públicos, en especial de alto nivel. Aunque, ojo, la corrupción se contagia y al final todo tipo de empresarios y funcionarios terminan participando en ella. Sobre todo porque no pasa nada con los corruptos.Hoy quisiera ocuparme más bien de las propuestas que se requieren concretar para eliminar la corrupción en Colombia. Transparencia Internacional planteó una estrategia hace algunos años que consistía en concentrarse en ‘los peces gordos’. Dejar de gastar esfuerzo en ‘cabezas de turco’ en pilluelos menores, y atacar el problema capturando a las cabezas de los grandes carteles de la corrupción tanto en el estado como en el sector privado. Un pez gordo que caiga tiene más impacto que la captura de mil delincuentes de poca monta, se decía en ese informe.Pero la verdad, para hacer aquello realidad se necesita de una Policía especial. Profesionalmente preparada e insobornable. Al respecto quisiera recordar una experiencia exitosa: la del FBI en Estados Unidos.Debe recordarse que El FBI fue creado por iniciativa del fiscal general Charles Bonaparte el 26 de julio de 1908, al solicitar la contratación de 9 detectives, 13 investigadores para cuestiones de derechos civiles y 12 contables para investigar casos de fraude y violaciones de las leyes de comercio, conjunto de pesquisas que hasta ese momento se hacían por medio de agentes del Servicio Secreto, pero que no tenía una dependencia directa de la Fiscalía, lo que entorpecía su labor investigadora. Esta entidad se convirtió en fundamental durante la época de la ‘depresión’ para combatir la corrupción generada por la mafia y las autoridades a su servicio.Pues bien, en Colombia necesitamos una especie de FBI, dependiente de la Fiscalía, que se concentre en capturar a los ‘peces gordos’ de la corrupción a todo nivel. Con funcionarios bien preparados y bien pagados, que sean inmunes a los sobornos, en lo que son tan duchos los particulares colombianos.¿Puede hacerse? Desde luego, pues con los recursos públicos que se defiendan, habrá como pagar esta policía especial. En todo caso, hay que hacer algo, y pronto.