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El archivo de Honda

En alguna ocasión escribí que la clase política caleña era una especie...

15 de noviembre de 2010 Por: Germán Patiño

En alguna ocasión escribí que la clase política caleña era una especie de plaga bíblica de nunca acabar y que, por lo tanto, era la responsable de los desastres de la ciudad en todos sus aspectos.Hoy debo matizar esta afirmación para decir que debe hacerse extensiva a todo el país. Vivimos en una sociedad de espanto, gobernados por miles de concejales ineptos, centenares de diputados subnormales, decenas de congresistas semianalfabetas y cerca de dos centenares de altos funcionarios del poder ejecutivo que son proclives a todas las formas de corrupción. Desde luego, hay alrededor de un millar de alcaldes de la misma condición y varias decenas de gobernadores que son sus compinches.Al país lo maneja una banda de gente mediocre, impulsada por pasiones malsanas, enemiga de la cultura y codiciosa ante todo lo que brilla como oro. Es un entramado perverso del que es difícil librarse, pues millares de funcionarios públicos de todo nivel son socios de estos malandrines en el saqueo del tesoro público y en el abandono de nuestro patrimonio.En Cali y en el Valle lo hemos constatado innumerables veces, lo mismo que en el resto de Colombia. Acaba de suceder en Honda, ese puerto entrañable del río Magdalena que tanto importa a la hora de explicar la personalidad histórica del país. Una creciente del río Gualí arrasó el archivo histórico de este municipio, uno de los más valiosos del país y también se llevó parte de su centro histórico.Una tragedia, sin duda, pero una tragedia anunciada y que tiene responsables concretos. No el río, ni la naturaleza, ni el cambio climático, ni las otras abstracciones a las que aluden los culpables para evitar sus responsabilidades. Sino los alcaldes de Honda, sus concejales, los funcionarios de la cultura municipal y departamental, y los directores de patrimonio del Ministerio de Cultura, cuya indiferencia e ineptitud permitió que esta tragedia sucediera.Pues desde 1985 el inolvidable cofrade Alfonso Palacio Rudas había advertido sobre el peligro que representaba el río Gualí en los inviernos para el Centro histórico de Honda. Y desde entonces se planteó un proyecto de canalización de esta corriente que, de haberse realizado, habría evitado la pérdida de uno de los más valiosos patrimonios culturales de los colombianos.Más grave aún, pues desde entonces se destinaron miles de millones de pesos para hacer realidad este proyecto, tanto de recursos nacionales como de los fondos de regalías –la última ocasión en un consejo comunitario presidido por Álvaro Uribe, cuyos compromisos no se cumplieron, como fue usual.Sé que la molestia que siento por esta pérdida no la comparten algunos de mis lectores, y no faltará quien crea que tragedia es el hambre de los pobres o la pérdida de la vida de los ciudadanos. Y que no puede calificarse como tal el deterioro de unos papeles viejos.Pues bien, así piensan los malandrines que nos gobiernan y por eso hemos perdido todo, hasta la vida, sin que a nadie le importe. Pobre mi país, “tan bello y tan desventurado”.