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Una reforma costosa para Santos

Bastante maltrecha quedó la imagen del Gobierno Nacional después de que...

10 de febrero de 2017 Por: Gerardo Quintero

Bastante maltrecha quedó la imagen del Gobierno Nacional después de que el presidente Juan Manuel Santos, de manera casi que atropellada, debió bajarse el jueves del avión que lo traía de Brasil, para anunciar que devolvería la reforma a la Justicia con una serie de objeciones que para él “son verdaderos micos” y que en “nada favorecen a la Justicia y la transparencia”. Aunque su tono vigoroso, enfático y lleno de palabras altisonantes resultó oportuno para el bochornoso momento que vivía el país, varios interrogantes quedaron sin resolver después de la apresurada alocución presidencial.1. Sostiene el presidente Santos que, palabras más, palabras menos, les metieron los dedos a la boca y que los congresistas decidieron legislar en beneficio propio. Uno de los puntos aprobados por la comisión de conciliación, y al cual el Presidente se opone, es que se extiende la doble instancia que se había definido para la pérdida de investidura de los congresistas, a todos los procesos que contra ellos cursen en la jurisdicción contencioso-administrativa, incluyendo los de nulidad electoral, que generaría otro colapso judicial. Como lo dijo el Jefe de Estado esto es inaceptable para el país y para el Gobierno. Asimismo, un tercer artículo fue que se fusionaron las normas aprobadas en la Cámara y en el Senado sobre el régimen de pérdida de investidura de los congresistas, de tal manera que se alteró la voluntad de las plenarias de Senado y Cámara. Pero entonces me preguntó: ¿No se sabía acaso que esto ya se venía cocinando en el Congreso? Si desde hace dos semanas comenzaron a prenderse las alertas, en el sentido de que los congresistas voltearon de tal forma el contenido del documento de la reforma que hacía prácticamente imposible que perdieran su investidura. Y si no era por los micos favorables a los congresistas, entonces el Gobierno debió haber ‘pataleado’ por las gabelas que se les daban a los magistrados de las Cortes y que evidentemente tenían el propósito, por parte de los congresistas de congraciarse con sus jueces, meterlos en el bolsillo y restregarles los beneficios que consiguieron gracias a los honorables Padres de la Patria.2. Dice Santos que la conciliación duró doce horas y se hizo sin la presencia del ministro de Justicia, Juan Carlos Esguerra, por lo tanto el alto funcionario no sabía lo que se había aprobado. Pues qué extraño porque todos vimos al ministro felicitando a los congresistas por esta obra maestra de la jurisprudencia. Y si a Esguerra lo dejaron al margen y no lo invitaron a la sesión, ¿no resulta poco menos que extraño que no lo haya denunciado el mismo miércoles? Por todos estos motivos, Esguerra tuvo que irse del Ministerio, porque se lo pasaron por la ‘galleta’, mostró su inexperiencia para lidiar los ‘zorros’ del congreso y le tocó al presidente Santos a apagar el incendio. Su permanencia en el Ministerio era insostenible.3. Queda claro que la Unidad Nacional, es la Unidad pero de la trapisonda. Una conjunción de fuerzas solo pegada por intereses politiqueros y buscando el beneficio propio. Es un golpe tremendo para la credibilidad de las instituciones y la apuesta del presidente Santos de combatir las prácticas corruptas. Lo que se demuestra es que para la mayoría de los congresistas, la Unidad Nacional es la mejor forma de sacar ventaja en detrimento de lo que alguna vez el líder liberal Jorge Eliércer Gaitán llamó el país nacional, cada vez más lejos de ese país político.4. Un aspecto relevante es cómo la presión popular y la resistencia civil pacífica ha venido ganando terreno en el país. La indignación nacional, manifestada en las redes sociales, sin duda se convirtió en un elemento fundamental para que el presidente Santos tomara la decisión de hundir la reforma. Es la segunda vez que el Mandatario nacional recula frente a un proyecto. Algo similar había sucedido con la iniciativa de reformar la educación superior, que ante la protesta de estudiantes y profesores, obligó a Santos a echarse para atrás. Esto quiere decir que Santos escucha, lógico, le teme a la pérdida de la voluntad popular, a una baja dramática en las encuestas y evidentemente no quiere enfrentar la ira del electorado.5. Queda como gran interrogante cuál es el costo que está generando la eventual reelección presidencial. Seguramente, sin la presión ciudadana, esta reforma hubiese pasado tranquilamente y el Gobierno habría pasado de agache. La preocupación de Santos fue observar que partidos como el Polo Democrático, que rechazaron desde el principio la reforma, comenzaron a socavar la imagen del Gobierno y de alguna manera se sintonizaron rápidamente con el clamor nacional de hacer un referendo que acabara con esta reforma. Esto obligó al equipo de Gobierno a neutralizar lo que se estaba gestando y que se iba a convertir en un verdadero ‘tsunami político’ contra Santos. La encrucijada fue clara: echamos al agua a los 59 senadores y 114 representantes a la Cámara que aprobaron la reforma o nos damos la pela y dejamos prosperar la protesta ciudadana, que podría derivar en una pérdida de prestigio inimaginable para el presidente Santos a dos años de que termine su mandato. 6. ¿Qué viene para el Gobierno ahora? Primero, encontrar el mecanismo jurídico adecuado que permita devolver la reforma al Congreso sin que pase por encima de normas constitucionales. Aunque a la luz de las declaraciones de Simón Gaviria, presidente de la Cámara y director del Partido Liberal, quien votó afirmativamente la conciliación de la reforma de la justicia, será más fácil de lo pensado. Gaviria sostuvo que le pedirá al presidente del Senado, Juan Manuel Corzo, "que las mesas directivas de las Cámaras asumamos como válida la interpretación jurídica mencionada por usted (Santos), con base en la cual se aplican a los actos legislativos, por analogía, las reglas de formación de las leyes que prevén la posibilidad de que el Presidente presente objeciones, por lo cual estoy pidiendo que se les dé trámite a las mismas el primer día de la próxima legislatura".7. Es imperativo para el Gobierno Nacional generar un consenso nacional (no una Unidad Nacional) en la que participen todos los estamentos de la rama judicial para concertar con ellos realmente los puntos importantes para una reforma a la justicia. Con esto se evitarían problemas como que si entraba en vigencia la actual reforma constitucional, tal y como está, la Fiscalía General de la Nación estaría obligada a paralizar cerca de 1.500 investigaciones a su cargo sobre ministros, magistrados de tribunal, embajadores, directores de departamento administrativo, gobernadores, generales y almirantes, entre otros funcionarios con fuero, y, adicionalmente, los que estuviesen detenidos podrían quedar en libertad.8. Recuperar la credibilidad en su proyecto político. La imagen del presidente Santos y de su gobierno quedó maltratada. Para los uribistas, este es uno de los momentos más esperados para cobrar todas las deudas pendientes con quien consideran el traidor de las políticas del ex presidente Álvaro Uribe. Es de esperar una estratégica y organizada andanada de críticas contra Santos, que buscarán minar su popularidad, quebrar la unidad nacional, socavar el terreno con el fin de que Santos dude si aspira a la reelección y posicionar un candidato de la entraña ‘uribista’ que permita a los amigos del ex presidente volver a la ‘tierra prometida’9. ¿Es posible revertir este momento y que el Gobierno emprenda realmente un proyecto de reforma del Congreso? Acciones como la disminución del número de congresistas, que las exigencias para aspirar al senado y la Cámara fuesen más altas, que las sanciones por faltas a su cargo fuesen más duras, que no tengan tantas gabelas económicas y políticas son clamores ciudadanos. ¿Es mucho pedir que los congresistas realmente cumplan el propósito de servir a su Nación? ¿Se le medirá Santos a esto? No lo creo. La posibilidad de la reelección está a la vuelta de la esquina y no es productivo para ese propósito pelear con los gamonales de los departamentos. ¿Qué va a pasar? En una semana otro escándalo, de los que ya conocemos en Colombia, sepultará este. Yo les escribiré de otro hecho corrupto e infame de nuestro país y los congresistas que nos representan (qué mal estamos en este Colombia) continuarán con sus prácticas porque saben que en esta nación, la paciencia es infinita y la corrupción, sin límites.

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