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Una Cali que duele

Duele esta ciudad, que huele a muerto cada puente. Mucho de esto sucede por el descontrol social, la falta de autoridad y de justicia. Pero tampoco se puede olvidar que los valores están trastocados.

16 de mayo de 2018 Por: Gerardo Quintero

Las 16 personas asesinadas durante el fin de semana del Día de la Madre son una verdadera vergüenza para una ciudad como Cali. Más allá de la polémica decisión del alcalde de implementar una ley seca durante esa fecha lo que debería preocuparnos a los caleños es la capacidad que hay en esta ciudad de hacer daño. Es increíble que en una urbe mucho más grande como Bogotá, los índices de homicidios sean dramáticamente más bajos que en esta capital.

La violencia en Cali es aterradora. El nivel de delincuencia es atroz. La intolerancia se palpa en las calles, en los conductores que manejan con el demonio adentro. En las riñas callejeras. En esa cantidad de jóvenes que mueren asesinados cometiendo delitos o porque sí. Lo de esta ciudad es enfermizo y lo peor es que no hacemos nada por ella. Cali está completamente descuadernada, los valores trastocados, y lo único que se difunde y se ‘vende’ al exterior es ‘Cali, la capital de la rumba’.

Hoy ni tenemos claro qué somos. Se vende la imagen de que esta ciudad es la capital de la alegría y de la rumba, pero la violencia que se destila obliga a cerrar los negocios que se dedican a la diversión. Es una vergüenza lo que sucede aquí. Venta de drogas en cada parque, robos en los semáforos, sicarios que se desplazan en moto sin que las autoridades los detengan. Es la ciudad del caos. Recuerdo que hace pocos días escuché a un joven de 14 años que había sido detenido luego de intentar matar a otro chico. Cuando el periodista le preguntó por qué lo hizo, respondió: ‘es que me hacía falta una plata para pagar el Icfes’.

Todo esto sucede en una Cali que crece dividida, de espaldas a su realidad. Los que tienen dinero, prefieren encerrarse en sus ‘bunkers’ residenciales. Una clase media que apenas sobrevive y que se siente de mejor familia que los del Oriente y la loma. Y estos últimos fracturados, llenándose de rabia, sintiéndose excluidos en una ciudad que los ve con desdén, que quisiera enclaustrarlos y no dejarlos salir de su barrio.

Crece mal la ciudad y no se percibe un cambio estructural. Cada Administración llega con una idea distinta y arrasa con la que estaba antes. Un fin de semana se amanece con Ley Seca y a la siguiente anuncian con bombos y platillos los seis días de rumba más espectaculares que usted podrá vivir con la gran Feria de Cali. ¡No se la Pierda!

Duele esta ciudad, que huele a muerto cada puente. Mucho de esto sucede por el descontrol social, la falta de autoridad y de justicia. Pero tampoco se puede olvidar que los valores están trastocados. El narcotráfico fue la perversión de Cali y no ha terminado de generar daño. Es hora de que nos miremos internamente y nos digamos qué estamos haciendo por esta ciudad. Qué estamos sembrando en nosotros y en los demás. ¿Será el mismo odio que sale desde las cloacas de las redes sociales?

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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