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Un acuerdo sin paz

Pocas esperanzas para este estiercolero. Un paisito que no sabe vivir en paz y con líderes de papel que mandan a sus lacayos a incendiar el terreno para luego ellos recoger los restos.

24 de noviembre de 2021 Por: Gerardo Quintero

A cinco años de la firma del acuerdo con las Farc, lo que era la gran esperanza de conseguir una paz duradera se convirtió en triste quimera que ha costado más sangre y lágrimas. Este país no sirve ni para eso.
Condenados a repetir modelos de violencia no fuimos capaces de lograr una paz verdadera.

Ni siquiera el Estado aprovechó la oportunidad de que más de quince mil combatientes dejaran las armas. Era un momento propicio para ocupar esos espacios que las Farc habían sometido, llegar con escuelas, planes económicos para los campesinos, pero si mucho se llegó con Policía y Ejército. Hoy la mayoría de esos caseríos, veredas y municipios fueron copados por otras organizaciones armadas, narcotraficantes, múltiples matones, lo que aumentó la violencia.

Cerca de 300 excombatientes asesinados, gente que quiso apostarle a la paz pero también cayó. Un país fracturado por cuenta de ser el único al que lo convocan para preguntarle si quiere dejar atrás una confrontación de 40 años y una gran parte de su población dice que no. ‘Se merecen su suerte’, dirían mis viejos. Colombia es un país proclive a la violencia, que siempre buscará reciclar sus odios atávicos, no en vano desde el siglo pasado habremos tenido no más de diez años de calma. Los odios son perpetuos. Odio al negro, al pobre, al rico, al indígena, al que piensa diferente. En eso se ha construido el país, por eso nos va como nos va.

Con orgullo y sacando pecho sale el ‘presidente eterno’ y dice que aquí no ha habido acuerdo de paz y tiene razón, porque él y su partido se encargaron de torpedear cualquier posibilidad de alcanzar una negociación que nos llevara hacia otro momento de la historia. Mientras otro expresidente vive en ‘Narnia’ y sigue creyendo que el país quedó mejor luego del golpeado acuerdo.

Como tantas otras veces, Colombia perdió una oportunidad. Aunque no pudieron hacerlo trizas, el acuerdo quedó herido de muerte. El proceso se empequeñeció, se marchitó y quienes apostaron, como Lampedusa, a cambiar todo para que todo siguiera igual ganaron de nuevo. La muerte ensombrece a este país. La corrupción sigue campante. El narcotráfico está adueñado del país. Hay municipios perdidos por la violencia porque el Estado nunca llegó.

Las Farc tampoco tuvieron grandeza. La soberbia de quien posee armas siempre los superó. Sus declaraciones imbéciles, la torpeza de sus comunicados, la falta de claridad al pedir perdón por sus abusos, sus dilaciones para reparar a las víctimas, todo eso también minó la credibilidad del acuerdo.

Pocas esperanzas para este estiercolero. Un paisito que no sabe vivir en paz y con líderes de papel que mandan a sus lacayos a incendiar el terreno para luego ellos recoger los restos. Un país que se desarma y se prepara para asistir a unas elecciones de ‘vida o muerte’, como ahora quieren llamarlas, como si la muerte no fuera lo único que las ha rodeado eternamente.
Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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