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Sitiados por el crimen

Estábamos advertidos. Delincuentes de las bandas criminales Rastrojos, Urabeños y, ahora,...

19 de septiembre de 2013 Por: Gerardo Quintero

Estábamos advertidos. Delincuentes de las bandas criminales Rastrojos, Urabeños y, ahora, La Empresa, estaban llegando a la ciudad. Al principio, las autoridades prefirieron esconder su cabeza como el avestruz y negar que esto sucedía. Ahora es una brutal realidad que golpea a los caleños. El informe del Observatorio Social de la Arquidiócesis fue contundente, las bacrim se han convertido en el principal factor de desestabilización de la seguridad en las principales capitales de Colombia.La dinámica de la criminalidad en Cali no para, así el Comandante de la Policía y el Secretario de Gobierno nos muestren cualquier reducción de algún indicador como el gran logro de una política de seguridad que aquí no existe. Hasta el propio Alcalde es consciente de que hay un subregistro porque simplemente muchos ciudadanos prefieren no denunciar.Mientras las bandas criminales crecen como hierba mala en los barrios de la ciudad, otro fenómeno lentamente se apodera de la tranquilidad de la capital del Valle bajo la mirada distante de las autoridades. En 17 de las 22 comunas de la ciudad hacen presencia pandillas de jóvenes que controlan el tráfico de estupefacientes, atracan, ejercen un poder intimidante en los barrios, se enfrentan a las autoridades y hacen la escuela para luego ingresar a las grandes ligas de las bacrim. Es tal el impacto de estas pandillas en el entramado de la violencia caleña que de los 1.300 homicidios en lo corrido del año, el 17,66% se relacionan con hechos de pandillas.Y mientras tanto, en la Administración local tanto al Secretario de Gobierno y una señora en Desepaz que debería ser la encargada de liderar estos temas, no se les oye una propuesta, una salida, una alternativa, más allá de decir que esto viene desde hace mucho tiempo atrás... ¿Ajá, y qué? Por qué no plantean nada. La ciudad sitiada por una recua de criminales que tienen mejores armas que los pobres policías, con presencia de guerrilleros urbanos en su periferia haciendo reclutamiento, pandillas asolando barrios y todos tan tranquilos. Ya se acabaron los Juegos Mundiales, la Alianza Pacífico y demás, ya no más con el cuento de que tenemos que hacer como en Medellín y esconder todo y hablar lindo. Es hora de propuestas, de planes a mediano y largo plazo. Ya el discurso de más policías y más cámaras, que parece que es lo único que se les ocurre, está gastado. Cali es una bomba social y nadie parece darse cuenta.

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