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Sin oficio

Sin contar a las personerías y a las contralorías, ¿qué puede ser...

15 de julio de 2010 Por: Gerardo Quintero

Sin contar a las personerías y a las contralorías, ¿qué puede ser más ineficiente, inútil, politiquero y que demande más recursos del Estado que una Asamblea Departamental? En un arrebato de honestidad, el diputado vallecaucano Norberto Tascón dijo en plenaria, hace unos días, que no se merecía el salario de junio “por lo poco que se ha logrado en este segundo periodo de sesiones ordinarias”.Las cuentas son claras. En este primer semestre, la Gobernación del Valle no radicó ningún proyecto ante la Secretaría de la Asamblea en sesiones ordinarias. Eso sí, hay salvedades: dos proyectos presentados en sesiones extras para aprobar una modificación al presupuesto y una autorización a Abadía para comprometer sus polémicas vigencias futuras.Las asambleas, en especial la del Valle, son una oda al despilfarro y el camino expedito para que el gobernador de turno manipule como le convenga las finanzas, tenga en el bolsillo a los diputados y se pasee por los municipios anunciando soluciones a todos los problemas como un mesías.En el actual ordenamiento territorial, los municipios tomaron preponderancia y por ende sus concejos, dejando a los departamentos y las asambleas en un segundo plano. Hoy los diputados no pueden presentar ningún proyecto que tenga relación con el gasto público, sin previa autorización del gobernador. Por lo tanto, como sucede en el Valle, sus tristes ordenanzas son: “Por la cual se crea la orden del centenario Vallecaucano” o la que crea “la Cátedra Empresarial Valle Emprende”.El que los diputados deriven su subsistencia política de las migajas que el gobernador les entrega, crea el caldo de cultivo para una relación manchada por la politiquería y la corrupción; lo que hemos visto en el Valle del Cauca es un claro ejemplo de ello. Una Asamblea que no hace control político, que se reune sólo para aprobar los proyectos con carácter de urgencia que Abadía les envía y que no se atreve, ni siquiera, a llamar a los secretarios del despacho a rendir cuentas porque, como reveló un diputado, “los funcionarios no estaban preparados y nos dijeron que desde San Francisco nos avisaban cuando estuvieran listos”.Lo más paradójico es que los diputados actuales, al haber aprobado las vigencias futuras de Abadía, dejaron empeñado al Departamento por los próximos doce años. Lo peor: a sus sucesores en la Asamblea sin funciones, pues la platica la comprometieron y ya no habrá de dónde repartir.

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