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Se viene el estallido

Unas restricciones absurdas, que agotaron a la población y que aumentaron la brecha social y salarial. Más de 30.000 empleos perdidos en el sector de la noche, 600 negocios arruinados

12 de mayo de 2021 Por: Gerardo Quintero

No resulta fácil mirar la ciudad y vernos reflejados en ella. Todos esos clichés de la ciudad alegre de Colombia, la capital de la rumba, la sucursal del cielo resultan insulsos recursos para exaltar aquello de lo que hoy carecemos. Desde esta tribuna advertí en numerosas oportunidades lo que se venía gestando en el oriente y las laderas de la ciudad. Una pobreza apabullante, jóvenes sin esperanzas, grupos armados ilegales que los venían cooptando con gran facilidad, mientras muchas de las autoridades cómplices (fiscales, policías corruptos) permitían que estos procesos continuaran sin cesar.

Como lo cantó la banda Bersuit, era previsible que se venía el estallido. Pues bien, el estropicio llegó y, como siempre, sacó lo peor de la ciudad.
Como recordaba ayer Gloria Hurtado, la odiosa frase los ‘buenos somos más’ fue la más socorrida por periodistas, medios de comunicación y redes sociales. Con su excluyente carga, volvió a mostrar esos extremos en que nos movemos. Una ciudad en la que se viene cocinando una profunda crisis social agudizada por las restricciones que ha dejado el Covid-19.

Recientes cifras del Dane muestran que 930.000 caleños viven en la pobreza monetaria, una cifra vergonzosa. Como si fuera poco, la crisis económica provocó el cierre de cientos de empresas por lo que la tasa de desocupación pasó a 18,7%, en el primer trimestre del 2021, 4,7 puntos porcentuales más frente a igual lapso de 2020.

Unas restricciones absurdas, que agotaron a la población y que aumentaron la brecha social y salarial. Más de 30.000 empleos perdidos en el sector de la noche, 600 negocios arruinados, cientos de escuelas de baile cerradas. Todos ellos, espacios en los que esa masa crítica de jóvenes lograba algún sustento. La ciudad y sus autoridades tendrán que abrir a todo tren porque ya nadie cree en la bondad de las restricciones que acabaron el empleo y ampliaron la brecha de desigualdad en la ciudad.

A este panorama se agregan las pérdidas billonarias que dejaron los bloqueos. Triste realidad para una ciudad que además debe lidiar con su lamentable legado de narcotráfico, pandillas juveniles, células urbanas guerrilleras, centro de escape de algunos malandros del Pacífico, y ahora también de bandas organizadas por algunos de los inmigrantes que llegaron. A esto se suma ese racismo, clasismo, traquetismo y aporofobia que por más que se intente ocultar sale a flote en cualquier momento.
¿Cómo se apagará este incendio? Un sólido aumento del empleo, una gran inversión y un mayúsculo ejercicio de recuperación del tejido social y político. No se ve nada fácil, porque prácticamente es reconstruir la ciudad, con nuevas mentalidades, trabajando para reducir esa gran brecha, recuperando la confianza en las autoridades civiles y de fuerza pública y, sobre todo, desactivando a través de ese esfuerzo, el tremendo resentimiento que se evidenció en estas manifestaciones.
Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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