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Repensar la ciudad

A comienzos de año, en Cali se registró un hecho que tuvo poco eco en los medios de comunicación, pero que refleja la situación de violencia e intolerancia que se vive en la capital del Valle.

22 de enero de 2020 Por: Gerardo Quintero

A comienzos de año, en Cali se registró un hecho que tuvo poco eco en los medios de comunicación, pero que refleja la situación de violencia e intolerancia que se vive en la capital del Valle y que justamente por eso merecería más atención de las autoridades y de todos los caleños.

Una joven pareja, Fernanda y Juan Camilo, fue asesinada en un barrio popular de ladera, Alto Polvorines. Los hechos que derivaron en la muerte de ellos son de no creer. Según las autoridades y familiares, el pequeño hijo de la pareja fue a una tienda y habría sido maltratado verbalmente. Su madre fue al sitio a reclamar por la situación y terminó enfrentada con la dueña del establecimiento. Seguidamente salió un hermano de la dueña de la tienda y agredió a la mamá del pequeño. Luego de la agresión la mujer instauró una denuncia, lo que derivó en que unos días después un grupo de personas, que al parecer apoyaba a los agresores, protagonizaran una asonada contra la vivienda de la pareja.

Lo que sucedió después es aterrador. Las autoridades relatan que desde la calle comenzaron a lanzar piedras contra la casa, una de ellas impactó al niño dejándolo herido. El padre salió a enfrentar la turba y recibió tres puñaladas, mientras la mamá del pequeño fue atacada con un cuchillo en la frente y murió después en un hospital. Un hecho de intolerancia que refleja la descomposición social que enfrenta esta ciudad. Cómo es posible que una situación de estas derive en una calamidad, dejando a un niño huérfano. Qué pensará ese niño de esta sociedad. Con cuántos rencores y odios crecerá, en un entorno tan difícil como el de la ladera caleña. Un hecho de estas características debería provocar reacciones, análisis, estudios, actos de reconciliación, trabajos sociales en diferentes sectores de la ciudad, pero la verdad es que como la violencia se ha naturalizado en Cali no deriva en ninguna reflexión.

Un informe del Observatorio de Seguridad de Cali señaló que entre el 1 de enero y el 29 de diciembre del 2018 se presentaron 299 homicidios por intolerancia, es decir que el 26% de las muertes ocurridas ese año fueron por problemas de convivencia. Los expertos deberían darnos más explicaciones sobre esta descomposición social que está padeciendo la ciudad. Cómo puede ser viable una capital con esos índices de intolerancia, una población que vive con la sangre en el ojo y que todo lo resuelve a través de la injuria y los actos violentos.

Cali es una ciudad enferma, cuya gente se trata mal. Basta echar una mirada a sus calles y ver los niveles de agresividad de los conductores. O qué tal aquellos que cometen infracciones y cuando alguien se las hace notar responden con un madrazo, en vez de aceptar su responsabilidad. Qué dolor por ese pequeño que quedó sin sus padres, por la intolerancia y violencia que destruyen el tejido de esta sociedad. Nada se logrará sino modificamos el comportamiento de esta ciudad de furia.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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