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Perderemos todos

Colombia transita el sendero propicio para padecer una nueva noche oscura y a nadie parece importarle.

27 de abril de 2022 Por: Gerardo Quintero

“Yo ejecuté, asesiné familiares de los que están acá, llevándolos con engaños, disparándoles, asesinándolos cruelmente, cobardemente, poniéndoles un arma y diciendo que eran guerrilleros”.

“Había que dar resultados. Empezamos a ejecutar inocentes. Nos vendían las armas. Hicimos un teatro y asesinamos. Pido perdón por los crímenes de guerra que cometí”.

Cuando la sal se corrompe… Es doloroso escuchar al cabo (r) del Ejército Néstor Gutiérrez hablando de falsos positivos en la audiencia de reconocimiento de la JEP. Participaron él, diez militares más y un civil imputados por crímenes de guerra y lesa humanidad, acusados de al menos 120 asesinatos en el Catatumbo, Norte de Santander, en 2007 y 2008.

Escuchar estas declaraciones en medio de la crispación política actual, confirma que este es un cementerio eterno, un exceso sanguinolento vigente por décadas, una tumba abierta, un país extraviado entre masacres.

“Me generan vergüenza los crímenes cometidos por mi brigada.
Hombres que portábamos el uniforme militar con la misión de proteger la vida y honra de nuestros conciudadanos terminamos usando las armas de la República para vulnerarles la vida (...)”, coronel (r) del Ejército Santiago Herrera.

Colombia transita el sendero propicio para padecer una nueva noche oscura y a nadie parece importarle. La violencia verbal que se vive en estas elecciones cada vez escala más posiciones. Hasta el Comandante del Ejército se deja arrastrar a la contienda electoral en la que ni el presidente Duque se ha amarrado la lengua y sin reato ha decidido entrar.

Cada sector político atiza el fuego sin entender que el incendio se está desbordando. No comprenden que en cualquier escenario perderemos todos. Estamos llegando a una confrontación fratricida. Ninguna de las partes reconocerá la victoria del otro y por debajo se azuzarán las marchas, protestas, bloqueos y muertes. Paralizar el país ‘del otro’ será la consigna. Las cicatrices reabiertas, el fuego de las palabras, el resentimiento, el odio rodean la discusión política, sin referirse a la alcantarilla llamada redes sociales donde masas ignotas y ‘líderes políticos y sociales’ destilan el veneno incendiario, aceitando la furia descontrolada.

Qué obscenidad, qué calamidad esos políticos que destilan sangre al hablar cuando hay una tribuna proclive a la violencia. Basta remitirse a principios del siglo pasado, a los asesinatos del general Rafael Uribe, de Gaitán, de las matanzas por guerrilleros, por ‘paras’, hasta las revelaciones del cabo Gutiérrez y el coronel Herrera. Duele pensar en este país.

Duele por los que vienen, por los hijos y los nietos porque este es un país inviable, del no futuro, donde la violencia siempre puede escalar un peldaño más. Lleno de gente agresiva, traqueta, corrupta, retrógrada, abusadora, clasista, incapaz de reconocer al otro, odiadora y resentida de oficio. Lo siento, optimistas, hoy no cuenten conmigo.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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