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La casa grande

Recuerdo la primera vez que entré a las instalaciones del periódico El País. Ya era estudiante de Comunicación Social.

19 de febrero de 2020 Por: Gerardo Quintero

“Las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa”…
Joseph Pulitzer


Recuerdo la primera vez que entré a las instalaciones del periódico El País. Ya era estudiante de Comunicación Social y mi gran amigo, el entonces joven diseñador gráfico Edward Certuche me hizo un recorrido en el que el olor a tinta fresca que provenía de la vieja rotativa del sótano se me quedó fijado por varias semanas. ‘El País de uno’, llamaba mi querido tío Guillermo al periódico que leíamos en casa, pero al que solo podíamos acceder una vez mi abuelo ‘Polito’ desplegara y leyera cada uno de los cuadernillos. Entonces, ya El País era parte de la familia. No había desayuno en el que ese olor cargado a tinta no terminara entrelazándose con el del café mañanero. Además, el final de la lectura solo se comprobaba si los dedos no terminaban hermosamente manchados de una oscura tonalidad que demostraba la fruición con la cual nos habíamos concentrado en la lectura.

Gran parte de la ‘culpa’ de que me hubiera hecho periodista la tiene esa gran casa de la Carrera 2 con 24. Todos los días pasaba cuando regresaba de la universidad y mientras contemplaba la edificación, me hacía la firme promesa de que algún día mis abuelos y todo mi clan familiar verían mi nombre impreso en esas páginas que se devoraban diariamente.

He pasado 26 años de mi vida vinculado a esta gran familia. Orgullosamente pertenezco a la escuela de periodismo de El País, donde no solo aprendí los mejores los secretos de la profesión sino que sostuve polémicas enormes, desaté debates, me metí en otros, critiqué, propuse, siempre en el mejor escenario de la argumentación, sin mordaza. Conocí los mejores amigos, amigas y amores de mi vida, crecí como persona y profesional. Porque El País es una gran sala de redacción de amigos, de gente que cree en lo que hace. Así fue ayer y así es hoy. Desde sus más altos directivos, la consigna siempre ha sido la misma: buscar la verdad, trabajar por el bien de la región, ayudar a hacer de nuestra ciudad un mejor vividero. De seguro nos habremos equivocado en muchas cosas, pero El País, ante todo, ha sido el alma de esta ciudad. Una energía vital que se sacude, vibre y sufre con lo que le sucede a la capital del Valle. El termómetro de la ciudad ha pasado por esta sala en los últimos 70 años.

Hoy el periódico de mis entrañas, mi casa por siempre, atraviesa un doloroso proceso. No es el primer reto que enfrenta de estas características y como antes, saldrá avante. Este diario es un patrimonio de la región. Ha sido la mejor escuela de periodismo de la comarca. El talento y la calidad de toda la gente que trabaja en El País, no solo en el área de redacción, es realmente edificante. Gente buena, que siempre ha querido forjar un mejor destino para la región.

A la doctora María Elvira, mi admiración de siempre, sé de su coraje e inteligencia para enfrentar las más difíciles circunstancias. Este diario, con ella, está en las mejores manos. A todos mis amigos y hermanos de El País, recuerden esta frase del gran pensador alemán Martin Heidegger: “Todo lo grande está en medio de la tempestad”.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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